CAPITULO XXV

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La luna comenzaba a esconderse dando paso al sol radiante, ése que sale después de la lluvia, ése que con sus rayos te calienta la piel. Swiss subió las escaleras pesadamente, se había quedado con Melina hasta que la humana dejó de llorar y finalmente cayó dormida. Le dolía verla así, le dolía tener que abrazarla y sentir como su cuerpo tenía pequeños espasmos gracias al llanto incontrolable. No quería abrazarla para consolarla, quería abrazarla pero no por una mala razón.

Emeritus estaba de pie cerca de la puerta de su habitación, con los demás ghouls detrás de él.

—¿Qué hacen aquí?

Swiss sabía la respuesta, sin embargo no creyó que sus hermanos se quedaran también despiertos toda la noche a su espera.

—Desobedeciste —dijo su amo sin dejar que nadie más hablara, su expresión era dura, tenía las cejas fruncidas.

—Creo que no hay comparación a lo que has hecho.

—Mis órdenes deben ser acatadas —Swiss resopló—. De inmediato. Son mis ghouls y a mí es al único al que deben obedecer.

—Pues tal vez ya no quiero ser tu ghoul.

Las palabras flotaron en el aire tomando a todos por sorpresa, la noticia impactó a todos los presentes quiénes sintieron un pinchazo en el corazón. Los ghouls y su amo sintieron un dolor agudo, no era demasiado fuerte pero si lo que Swiss acababa de decir no era mentira entonces el dolor aumentaría rápidamente y sería imposible ignorarlo.

—¿De qué hablas?

—Swiss, hermano —dijo Aether acercándose con las manos frente a él—, podemos hablarlo.

—Sí, no tomemos decisiones precipitadas.

Entonces Swiss tomó su máscara y se la quitó, la aventó a los pies del mayor, la máscara hizo un sonido cuando chocó contra el piso de porcelanato de color gris. Se dieron cuenta que aquello no era una broma.
El ambiente se volvió sombrío, oscuro, apagado, tumultuoso. Ya no sólo era asimilar la noticia del embarazo de Raven, Emeritus también tendría qué lidiar con el hecho que Melina no quería verlo ni siquiera en pintura y que Swiss quería dejar de ser un ghoul. Algo totalmente impensable y que jamás, desde el primer Papa, había sucedido.
Todo aquello era algo insoportable para él, jamás se imaginó estar así, llegar a ese punto. Perder a su ghoul a la misma vez que perdía a la mujer de su vida. Si no lograba convencer a Swiss entonces sus días serían insoportables y las noches agonizantes, llenas de un dolor indescriptible.
Se preguntó si podría soportarlo o sucumbiría ante la tentativa idea del suicidio. Porque sabía lo que se avecinaba si no convencía a Swiss de pensárselo, y no sería precisamente el paraíso, sino todo lo contrario. Y sabía también cómo serían las cosas para Swiss si es que se deslindaba de ser un ghoul; de ser una parte de él, una parte muy importante de él. Sufriría demasiado y moriría solo. Agonizando a cada segundo.
No hizo falta preguntar la razón de su decisión porque ya la sabía, a fin de cuenta Swiss había creado un lazo demasiado estrecho y especial con Melina.

—¡De ninguna manera! —habló finalmente Emeritus, no había despegado la vista de Swiss—. Eres sangre de mi sangre, creado a partir de mi imagen y semejanza. Hay entre nosotros, entre ustedes, y entre tú y yo un vínculo inquebrantable. Lo que pides es impensable, Swiss.

—Hermano —dijo Rain, colocando su mano en el hombro del más alto—, sabes lo que te pasaría. ¡Sufriríamos todos!

—Pero sería peor para ti —habló Sodo, quien se había quedado lejos de todos con los ojos abiertos por la impresión—. Sabemos cómo te sientes con toda esta situación, pero debes pensarlo con calma.

—Correré el riesgo, sé perfectamente lo que sucederá.

—Todos te entendemos —dijo Mountain de forma baja y quedada—, pero no es necesario hacer algo así. Estoy seguro que hay otras maneras.

AMOR IMPUESTO [CARDENAL COPIA/PAPA EMERITUS IV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora