CAPÍTULO XXIV

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Copia se tomó un par de segundos más en salir de la habitación especial de Aurora. Tenía una batalla interna de sentimientos, una parte de él estaba feliz pues había descubierto que Melina era su llama gemela, algo que hacía que su corazón bailara de felicidad dentro de su pecho. Por otro lado, no sabía sí Melina tomaría bien la noticia que iba a ser papá, y al verla ponerse de pie una vez estuvo nuevamente en la sala, sus nervios se dispararon.
Rogó internamente a Satanás y a Lucifer para que Melina le perdonara una vez más y poder seguir con los planes de boda.
Ante el silencio lúgubre decidió hablar:

—Bien —juntó las manos y se giró a Aurora—. Agradezco de sobremanera su ayuda, mañana a primer hora le haré llegar el pago.

—Oh, no, no. Descuide, Papa, mi mejor pago es el placer por ayudarle.

—Insisto —miró a Melina de soslayo—. Debemos irnos, pero nos veremos pronto. Gracias nuevamente.

Los ghouls aparecieron en la salida, junto a un carruaje, uno de ellos estaba sentado con las riendas de los caballos azabache en las manos; otro mantenía la puerta del carruaje abierta, y los últimos tres estaban esperándolos en la entrada con paraguas mientras Primo junto a Aurora se quedaban en el portal para despedirles.

—Buenas noches —dijo Primo moviendo la mano.

La tensión dentro del carruaje era latente, podía sentirse incluso desde afuera. Melina iba frente a Copia, sentía un fuego abrasador a su lado derecho, un fuego que la iba consumiendo rápidamente sin darle tiempo a nada. Y, sin embargo, era lo único que podía hacer, sentarse ahí, a un lado de Raven sintiendo que la decepción y la tristeza la invadían. No podía llorar, o al menos no lo haría ahí, pero le estaba costando aguantar las lágrimas y el silencio de Copia empeoraba su malestar.
Había dejado de llover cuando llegaron al castillo. Swiss y Raven subieron las escaleras para llegar a los dormitorios, Copia subió los primeros peldaños pero cuando se dio cuenta que Melina se había quedado de pie en el recibidor, se acercó a ella.

—Dímelo. Dímelo de una puta vez.

La voz de Melina salió baja, pero llegó perfectamente a los oídos de Copia.

—Aquí no... —dijo Copia, le parecía mala idea quedarse ahí para hablar de algo tan importante, pero la humana se quedó inmóvil, esperando. No le dejaba de otra—. Melina, el hijo que está esperando Raven es mío.

Y entonces cuando la humana asintió y las lágrimas se desbordaron de sus ojos, Copia creyó que tenía un cuchillo de doble filo en la mano, había apuñalado el corazón de Melina cortándose su propia mano él mismo en el proceso.

—¿Puedes llamarle a Swiss o algún otro ghoul?

—Deben estar dormidos. Vamos a la cama y podemos solucionarlo, debemos hablarlo.

Copia quiso tomar la mano de Melina, pero ella la quitó. Si Copia la tocaba sería débil, iría con él a la habitación para hablar de la situación y no quería eso. Para ella las cosas estaban claras. Él había cometido un error, pero no podía interponerse entre Raven y Copia, no le quitaría a esa pequeña criatura a su padre.

—No...

—Melina, yo te amo.

—Yo también te amo, y eso es lo peor de todo. Que a pesar de lo que sucedió no puedo odiarte y eso significa que jamás voy a dejar de amarte. Quisiera golpearte pero...

—Hazlo —dijo Copia colocando las manos detrás de su espalda, dejando sin protección cualquier parte de su cuerpo—. No me defenderé. Golpeame dónde quieras, pero por favor, no me dejes. Podemos solucionarlo, sólo confía en mí.

Estaban mirándose fijamente a los ojos cuando Melina negó mientras mordía su labio inferior y las lágrimas caían por sus mejillas. No era capaz ni siquiera de darle una cachetada.

AMOR IMPUESTO [CARDENAL COPIA/PAPA EMERITUS IV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora