Capítulo 4- No puedo evitarlo.

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Me temblaban un poco las manos al caminar. Íbamos a medio metro de distancia, claro está, por mucho que me atrajera, no iba a tocarle. Llegamos a una especie de parque, totalmente oscuro y solo, con la luna sobre nosotros.
-¿Vas a decirme tu nombre?
-Me llamo Ithan. Y tú Lena. ¿De dónde viene ese nombre?
-De Elena-le informé- pero no sé cómo sabes eso.
-No puedo decírtelo-dijo, y levantó la comisura de los labios- somos de bandos distintos.
-Y ¿por qué me salvaste?
-En realidad te salvé de mí mismo-me corrigió- así que no deberías agradecermelo.
-No te estoy dando las gracias-le repliqué, intentando no mirarle-, pero me sorprende. No creo que ninguno...
-Soy diferente a ellos-me interrumpió, y nos miramos al fin. Me sacaba casi una cabeza-, no sé por qué, pero lo soy. Y tú también.
-Yo no-dije rápido, sabiendo que tenía razón- Bueno... Yo creo que no quiero ser esto. No quiero matar a gente que no conozco, no quiero vivir así. Pero no tengo otra opción.
Nos sentamos en un banco, sin tocarnos, pero estaba más tranquila. Me senté al borde de la madera por si tenía que salir corriendo. No nos mirábamos.
-Yo...-cerró los ojos, como si le diera vergüenza- una vez vi a un niño pequeño jugar con su hermana. Eran simples humanos, pero vi... Que eran inocentes. Los Oscuros, para ser insensibles, a veces toman pociones de desamor, y escuchan voces que les ciegan. Es como una droga y se les va de las manos.
-¿Y tú...?
-Yo no quiero-me negó-, no quiero tener que ser... Lo que en mi mundo debo.
-Pero si eso es honorable-repliqué contenta por él. Giró la cara hacia a mí.
-Cuando vives con gente que a veces te quiere y a veces te mata, no puedes... Ser bueno. No siendo yo.
Le miré y, sin pensar, le respondí:
-Conmigo puedes ser quien quieras ser.

Después de dos horas hablando, decidí irme a mi habitación, con felicidad y tranquilidad. Y eso era horrible. Con él no tenía que pensar si lo que sentía era adecuado o no, si pensar en mí no era tan malo.
Pero no llevaba a ningún lado bueno. Y me daba igual.

-Cariño-dijo mi padre mientras dibujaba un ángel con alas gigantes-, ¿sigues enfadada?
Se sentó a mi lado con cara de pena, cosa que me hizo reír. A pesar de todo, era mi padre, y lo quería como tal. Miré sus ojos verdes, con arruguitas alrededor, y no pude evitar sentirme mal por querer lo que quería.
-Claro que no, papá.
-Bonito dibujo-comentó mirándolo, y luego carraspeó- quería preguntarte algo.
Dejé de sombrear el dibujo y le miré atenta.
-¿A ti te gusta Mario? Es muy buen chico.
Oh, ya me sabía esta conversación. Era un chico genial, y yo lo sabía. Y los dos querían lo mejor para mí, claro. Pero no tenían nada que decir. Por otra parte, era mejor darle la razón.
-Es guapo y simpático. ¿Por qué?
-Bueno, yo creo que le gustas. Sería... Buen chico para ti. Lo conoces desde siempre.
-Lo sé-murmuré- y puede que acabemos juntos hasta siempre. Pero eso es asunto nuestro, ¿vale, papá?
-Claro-concluyó más contento, y se levantó de mi escritorio- os dejaré intimidad.
Si él supiera...

Pasaron dos meses viéndonos en secreto cada noche, y nos íbamos conociendo y dándonos a conocer de una manera increíble. Chocábamos, por supuesto, en muchas cosas, ya que Ithan era mi opuesto. Pero empezó a parecerme más que un capricho rebelde o algo curioso. Me empezó a atraer de una manera demasiado fuerte.
-Creo que no deberíamos vernos más-le dije sin mirarle. Debía hacer lo correcto. Me miró con furia, ya que sus ojos pasaron de azul a añil.
-¿Por qué?
-¿Y por qué no? Esto está mal, Ithan. No debería querer... Estar cerca de ti.
-Nada de esto está mal, Lena-replicó- Tú me haces bien. Me haces querer... Frenarme. Querer saber más del mundo y no tanto sobre mí.
-Y eso es genial- afirmé, y entonces le miré a la cara y se relajó- pero...
Se acercó a mí y yo me alejé un paso con todo el dolor de mi corazón.
-No te vayas, Lena.
-No lo haré si tú no quieres.
-Puedo demostrarte que puedo hacerte sentir como Mario-dijo, y que se comparara con él me dejó tan desprevenida que no pude hacer nada cuando me cogió el rostro con las manos y le besó. Y no pude hacer nada cuando abrí la boca para besarle, ni pude evitar echarle los brazos al cuello para por fin acercarlo a mí.

Almas Blancas: Los orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora