Capítulo 19 - El juicio final.

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A veces, me gustaría que en la vida hubiera un borrador en la vida. Un borrador para poder cambiar momentos, para poder arrepentirse de los errores y que realmente, sirviera de algo. Pero en la vida, los errores se pagan, y lo que ocurre, ha ocurrido, sin más.


Me dispuse a cruzar a esa puerta extraña cuando pensé primero todo lo que iba a decirle, cómo iba a contárselo, e incluso qué podíamos hacer a partir de ahora. Mi bebé (en aquel entonces, no sabía su sexo) me estaba dando fuerza para seguir, y esa motivación me hacía creer, un poco de manera absurda, que algo podíamos hacer en aquella situación.

Abrí la cerradura con rapidez y miedo ser descubierta, y me quedé impactada.

Era una celda. Una celda como la de cualquier cárcel antigua, y ahí estaba él, con las muñecas esposadas, y tirado en el suelo. Sentí una punzada en el pecho y ganas de protgerle.

-Eh.

Levantó la cabeza, y se le iluminaron los ojos un poco.

-Eh-respondió él.

No voy a contar las miles de frases inacabadas y nerviosas que le solté para contarle que estaba embarazada, aunque en todo caso, era algo que, además de impensable, era de los dos, en todo momento. Pero era difícil de decir, obviamente.

-Si no estuvieramos en la situación en la que estamos-dijo al fin después de asimilar un poco- sería la mejor noticia del mundo.

Asentí, apesadumbrada; lo teníamos todo tan difícil...

Sonrió.

-¿Por qué sonríes?- le pregunté. No me respondió al momento; estuvimos un largo rato en silencio, él en el suelo, y yo de pie, ante su puerta de rejas.

-A pesar de todo-dijo al fin, como si no me hubiera escuchado-, no me arrepiento de absolutamente nada.

-Yo...- siempre me ha costado decir lo que siento. Ni siquiera era capaz de decirle a mi padre lo que sentía con total claridad- Prefiero llevar este dolor dentro, habiéndote conocido. Habiéndote querido como...

-No lo digas así- se revolvió y miró a otro lado. Se cruzó de brazos, apoyado en sus larguísimas piernas-, como si fuera a irme.

-Déjame que lo haga- le pedí-, quiero decir todo lo que quiera. Mira, no me arrepiento de quererte como lo hago. A pesar del dolor que conlleva eso. Te quiero, y te quiero con todas las consecuencias.

-No sabes las ganas tan horrible que tengo de besarte ahora- murmuró, y juro que me morí, como si nunca lo hubiera necesitado así.

Entonces un "tick" surgió en mi cerebro, y se me ocurrió una idea. Bendita idea.

Había una solución que nos podría hacer libres. Tal vez no, pero había una posibilidad.

La había.


Aquel día decidí vestirme de negro. Parece una tontería, pero no quería ir de blanco, no me sentía con ganas de eso. No tenía bien planeadas las cosas-como siempre- pero debía ir un poco formal, si todo iba como esperaba. Quería despedirme de todo el mundo, pero obviamente, no podía.

Aunque por si acaso, caminé por el Refugio, y examiné cada una de las paredes, de los cuadros, las armas, los libros. Aprecié cada detalle en las estanterías.

Las fotos, quería tener todas las fotos. Dejé una foto que nos hicimos Ithan, mi padre y yo, en un libro al azar, por si algún día él lo encontraba y se daba cuenta de las cosas. Porque en el fondo, siempre estaría ahí.

Almas Blancas: Los orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora