Capítulo 5- Sentimientos.

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Había días en los que era demasiado feliz, y otros que me dolía el peso de la situación. Todos los sentimientos con él eran intensos.
Era por la mañana, el calor del sol ya era muy notorio, y no sabía qué hacer. Me daba mucha pereza intentar ponerme guapa. Sonó mi teléfono te la habitación.
-Lena-dijo una voz grave al descolgar, y el corazón casi se me sale del pecho.
-Ithan, no puedes llamarme. Si rastrean la llamada...
-Estoy en una cabina de muy lejos-replicó contento- Soy inteligente.
-Eso es discutible-dije yo, con toda la sonrisa tonta.
-¿Quieres escaparte un rato conmigo? Me han dejado tranquilo por hoy-murmuró.
Le dije que tenía entrenamiento ese día.
-Vamos, no seas aburrida.
-Puedo faltar un día -pensé en voz alta, y eso le bastó para quedarse tranquilo.
-Ya me creía que mi novia era una sosa-soltó, me dijo hora, dirección y un adiós.
Su novia. Dijo que era su novia.
Estaba saliendo con un Oscuro.
Nunca lo habíamos hablado claramente, a pesar de haber algo tan fuerte entre nosotros, de besarnos y hablar de todo. Pero al fin y al cabo, teníamos algo.

-¿Quieres que te acompañe a algún sitio?- me preguntó Mario cuando me crucé con él por el pasillo.
-No hace falta, tengo cosas que hacer.
-¿Seguro? No me importa.
-De verdad- dije suavemente, sonreímos y me fui.
Por el camino me replanteé si debía haberme maquillado, arreglado o puesto algo mas llamativo. Él era tan precioso que, a mi lado, se veía extraño.
Llegué a la plaza en la que habíamos quedado, allí donde solo era una chica de 18 años. Me examiné por ultima vez: vaqueros altos por la cintura, camiseta gris y mi pelo castaño por las costillas. Pasable. Sentía el rubor en mis mejillas del calor, y en el corazón de poder verle.
Lo vi llegar y, por muy cursi que suene, verle con su camiseta de tirantes blanca mostrando sus fibrosos brazos, y sus simples vaqueros negros, me parecía tan perfecto que me sentí tonta. Y cuando me di cuenta de que era visible a los humanos, y sobretodo a las chicas.
-Lena-dijo nada más verme, y me besó en la mejilla. Bajé la vista en segura y me toqué el pelo.
-Qué piensas- dijo, sin llegar a ser una pregunta.
-No sé... Vienes tan guapo, y yo tan yo- confesé.
-¿Tan tú? Si por ser tú me tienes aquí-murmuró, y elevó la comisura de los labios. Me costaba hacerle sonreír, pero tenía la impresión de que solo lo hacía conmigo.
-Son tonterías mías-dije quitándole importancia.
-Eres preciosa, Lena. Debo admitirlo, y lo pienso desde que te conozco. No lo digo por quedar bien-añadió leyéndome el pensamiento, aunque sabía que no decía nada para quedar bien, y eso me gustaba de él. Le abracé la cintura y me acurruqué en su pecho, y en ese momento podríamos haber sido solo un chico y una chica que se... Que quieren estar juntos.
-¿Qué vamos a hacer?
Esta vez bajó la mirada y, sonriendo, dijo:
-Es una sorpresa.

-¿Es broma, no?
Miré hacia la inmensa altura que me separaba del suelo: un monte. La hierba y la tierra se extendían por todas partes y no sabía qué pretendía hacer.
-¿Me ves cara de hacer bromas?-dijo, y la respuesta era un claro no.
-¿Cómo narices voy a saltar?
-Es una prueba de confianza, y es divertido.
Mi mayor miedo era las alturas. Y ahí estaba yo, dispuesta a caer por él.
-Solo cierra los ojos y dejate llevar, Elena.
Y eso hice: cerré los ojos y él pegó su cuerpo en mi espalda, cogiendome las manos. Tenerle tan cerca me provocaba escalofríos.
Cuando saltó el estómago se me fue del sitio, y por segunda vez creí que me moría.
Pero no fue así.
Era como volar, como estar flotando. Entonces lo entendí.
-La gravedad-dije- tu poder es la gravedad.
-No es muy útil, pero es divertido -susurró en mi oído- y quiero pasarlo bien contigo, porque no sé cuánto tiempo nos queda.
-No pienses en eso.
-De momento no.
-Aguafiestas-le pinché, y flotamos durante un rato sin pensar en nada.

Llegamos de nuevo a la ciudad, más o menos al ponerse el sol. Habíamos pasado todo el día juntos y estabamos en nuestro sitio, en la fuente.
-Antes de que te vayas-dijo, y acercó su nariz a la mía-, te quiero, Lena.
Cerré los ojos.
-No, no me quieres.
-Si, lo hago.
-No deberías. No debería.
-No he dicho que quererte sea lo que me conviene- replicó,y abrí los ojos para contemplarle.
-Quedate esta noche.
Y por fin sonríe ampliamente, con sus perfectos dientes.
Entramos en mi cuarto, me besó con intensidad y me senté a horcajadas sobre él. Y fuimos uno, sin importar nuestros nombres ni de donde fuéramos, solo que nos queríamos.


Almas Blancas: Los orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora