Capítulo 10 - Los errores se pagan.

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La puerta metálica se cerró tras nosotras sin apenas darnos cuenta. Atravesamos un largo pasillo y al fin encontramos a Bea, llorando y atada, con dos Oscuros a su lado, charlando como si nada.

> le dije mentalmente a Aura.

No, no podíamos volar, pero había un hechizo para caminar sobre el techo, el cual era de unos cuatro metros de alto, y nos venía perfecto. Ascendimos y la sangre me subió a la cabeza.

>

Fuimos al suelo y los Oscuros sacaron sus asquerosas garras negras en cuestión de segundos. Uno de ellos me alcanzó en la cara, y me aguanté el escozor lanzándole el sable al cuello. Cuando miré a Aura seguía batallando, así que la ayudé y el Oscuro acabó inconsciente, pero algo era algo.

-Has nacido para esto, en serio- Aura me miró admirada, y sonreí con vergüenza de repente por el halago. Pero no, no pensaba que había nacido para ello, no ahora.

Salimos de allí sin mirar atrás.

Y en ese preciso momento, cuando a toda velocidad dejamos la cueva atrás, solo pensé una cosa: ahora se supone que todo estaba bien.

Pero él no estaba.

-Sois los mejores-Bea entrelazó los dedos con Teo. La chica rubia y el chico ceniza, tan apuestos pero adorables-, de verdad. Aún siento el miedo dentro...

-Pero por fin estás aquí-escuché que le susurraba Teo-estás aquí conmigo.

-¡No me seáis cursis!- se quejó Aura, y me miró- Cielo santo, Lena. No me había fijado en tu cara.

Teo y Bea si giraron a mirarme detenidamente y pusieron cara de asco.

-¿Qué pasa?

Me miré en un espejito - que era de Bea, obviamente- y tenía una línea roja en todo la mejilla, llena de sangre. Apenas me había dado cuenta.

-Estoy bien, luego me la limpio.
-¿Segura?
Asentí, y volvimos a casa.

El corazón casi se me sale del pecho cuando, al llegar al Refugio, vi a Ithan.
-¿PERO QUÉ...?
-Hola- se apresuró a decir él. Estaba junto a mi padre, con pinta de niño bueno: se había teñido el pelo de negro, sin rastro de azul, y llevaba unos vaqueros y una camiseta blanca- soy Ithan, del Refugio del Sur. Encantado.
De repente lo comprendí todo: estaba fingiendo ser un Alma Blanca para estar juntos, ahora que su grupo no estaba cerca. Era un buen plan, pero solo provisionalmente. Mi padre me miró extrañado, y no quise ni saber la expresión de que debía tener. Sonreí un poco y le di dos besos.
-Yo soy Elena, pero me llaman Lena.
-Es mi hija- anunció mi padre interponiéndose en aquella magia extraña que surgía siempre entre nosotros- se nota, ¿verdad?
-Siento decir que ella es algo más guapa-replicó Ithan mirándome, y mi padre sonrió. Alerta: momento realmente incómodo.
-Ya lo creo que lo es- afirmó mi padre- es mi versión mejorada.
Me reí y me fui a mi cuarto. Con la mirada, él entendió lo que debía hacer.

En vez de entrar por la puerta como una persona normal, él se coló por la ventana, y no era tarea fácil para un chico tan alto de no ser por su agilidad.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
-Un arañazo de tu amiguito-murmuré, con sus manos en mi cara. Me besó en la frente - Pero estoy bien ahora.
-¿Seguro?
-Tengo que hablar contigo-comencé a decir, y él se sentó en la cama conmigo y me interrumpió con un beso. Me lo estaba poniendo muy, muy difícil.
-No seas malo...
Se apartó un poco de mí con una sonrisa y me cogió la mano.
-Te escucho.
-Tengo que decirte algo... Que ha pasado en estos días. -cogí aire buscando las palabras mas suaves posibles- Creía que te habías ido.
-Y así fue...
-No. Me refiero de mi vida, me refiero a irte para siempre. Creía que todo había sido mentira.
-Lo único que tengo de falso es el color de pelo, cariño- lo miré con burla. Nunca me había llamado así, era demasiado cursi viniendo de él- No sé como he dicho algo tan emplagoso, Dios.
Le besé en la mejilla riendome de él.
-Venga, esto es serio, por favor. Estaba cabreada y pensaba cosas horribles de ti...
-¿Qué has hecho, Lena?
-... Mario me besó.
Se levantó rojo de la rabia, y yo le agarré del brazo.
-¡Dejame ahora, en serio! No sabes lo que soy capaz de hacer enfadado- me advirtió.
-¡Me da igual! ¡No puedes irte así! -Claro que puedo. Vete con tu futuro marido y haz lo que quieras con él si no lo mato antes- no estaba gritando. Creo que eso era aún peor.
Al borde de las lágrimas, no podía sentirme peor.
-No significó nada para mí, de verdad. Solo lo hice porque estaba fatal...
-¿Como yo ahora?- subió el tono de nuevo- Bueno, como yo estoy fatal, voy a tirarme a una. Pero como estoy mal, tendrás que perdonarme- por primera vez desde que estábamos juntos, sus ojos se tiñeron de negro.
-No puedes salir así. Tus ojos... Te matarían.
Estaba temblando de la rabia, pero no le tenía miedo. Se puso de espaldas a mí y abrió la ventana.
-Déjame pensar solo- murmuró sin mirarme, y desapareció.

Almas Blancas: Los orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora