CAPITULO XXIII: "El son de sus alas"

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Narrador omnisciente.

La morena se acercó a su hermano y a su mejor amiga que por alguna razón estaba con una expresión graciosa.

-- ¿Escuchan eso? -- Los miro emocionada.

Sueño miró a su hermana, se detuvieron frente a una casa hermosa. La puerta que daba al balcón estaba abierta, por lo que la música que tocaban dentro de aquella casa salía para deleitar los oídos de quien pasara por ahí.

-- Conozco esta pieza, llevaba 200 años sin oírla. -- Hablo nostálgico.

La monarca de las almas cerro sus ojos un momento para escuchar esa hermosa melodía, ese lugar era una de sus paradas por lo que llego un poco de tristeza a su ser.

-- Vengan.

Entraron a la casa dueña de aquel sonido, al adentrarse a esta y dirigirse a la habitación de donde provenía el ruido divisaron a un anciano tocando el violín, desafortunadamente no pudo terminar la bella pieza cuando la tos le gano.

-- No, continúa por favor. -- La Muerte lo veía maravillada, su voz era dulce, y su mirada demostraba cierta tristeza, por lo que Morfeo suponía porque estaban ahí.

-- Lo siento por el ruido. -- Dijo apenado el hombre.

-- No es ruido, es Schubert. ¿Puedes seguir? -- Menciono la pelinegra con animos.

-- Ya no, él jamás la termino, solo tenemos un fragmento. Ah perdonen, me llamo Harry.

-- Yo sé quien eres Harry. -- El anciano la miro confundido, ___ en ningún momento había quitado esa expresión amable y bondadosa, así que se acercó lentamente a él.

Los dos acompañantes no decian nada, preferian guardar silencio para no interferir en el trabajo de ___.

-- Me tengo que ir. -- Le dijo la morena en un susurro a su hermano.

-- No me dijiste lo que pensabas contarme.

-- Sera otro día, nos vemos.

-- Adiós.

Sueño volvió su vista a la chica

-- ¿Tus sabes quien soy? -- El hombre la miro examinándola, al ver a sus ojos comprendió todo.

-- No, aun no por favor.

-- Ya es hora.

-- Pero primero debo, ¿puedo decir algo? Si no hay problema.

-- Claro.

El viejo comenzó a recitar una corta oración a su dios, Sueño solo lo veía, examinaba cada acción de su parte.

Muerte le extendió la mano para que él la tomara pero, no su cuerpo, sino su alma, que ya había sido liberada de esa ancla terrenal para pasar al lugar espiritual que merecía.

-- Que, que bueno que dije la Shem, mi padre siempre decía que te garantizaría un lugar en el cielo, si es que crees en el cielo. -- Se encogió de hombros, al voltear su vista vio su cuerpo, aquel cuerpo acabado por la edad, cansado por el tiempo, aquel que en su momento estaba lleno de salud y energía ahora estaba posado en ese sillón viejo dando el aspecto de estar dormido. -- Ay qué viejo me veo, que ¡vacío! -- Miro otra vez a Muerte. -- Bueno estoy muerto. -- Acepto su destino. -- ¿Ahora qué?

-- Ahora lo vas a averiguar Harry, me encantara tener a un músico como tu.

Sueño bajo la vista, sabía lo que pasaría ahora, ya había visto al menos una vez los tres reinos, pero por alguna rara razón jamás se sintió digno de ver tal proceso, no por el destino que resguardaría a aquella alma, sino de ver a aquel hermoso ángel en su máximo esplendor, aquel ángel excluido de entre todos, no por ser malvado ni por ser pecador, sino por su labor que consiste en darle final a la creación.

𝕻𝖔𝖘𝖙 𝖒𝖔𝖗𝖙𝖊𝖒 𝖎𝖓𝖙𝖗𝖆𝖇𝖎𝖘 𝖎𝖓 𝖗𝖊𝖌𝖓𝖚𝖒 𝖒𝖊𝖚𝖒 || The SandmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora