Ciento Cuarenta Y Ocho Días Antes

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Estaba recostada en la puerta de mi habitación, mientras que mi madre llamaba desde el otro lado desesperadamente.

Nunca estuve tan cerca de la muerte, pensé, me da tanta curiosidad la muerte, es algo tan extraño.

- Arlett, quiero hablar contigo - dijo mi madre.

- Bien - así que abrí la puerta.

- ¿Qué te sucede, cariño?

- Nada, estoy absolutamente bien - respondí.

- ¿Te sientes bien? ¿estás segura de regresar?

- Tranquila, lo puedo hacer - mi madre salió de mi habitación.

Es un día más, mi obligación es ir al colegio, pero hoy no quería hacerlo, no tenía excusa para faltar, no me quedaba otra opción.

Al entrar al colegio sólo escuchaba rumores y las personas se alejaban de mí, no entendía lo que pasaba, o lo quería ignorar.

Entré a mi salón y note que mis compañeros sentían miedo.

- ¿Qué está ocurriendo? - pregunté mientras me acercaba a un "grupito de amigas" que estaba cerca.

- No me hagas daño - dijo una de ellas, casi suplicando.

- Yo no te haré daño - dije desconcertada.

- No te acerques a nosotras, fenómeno - dijo la de cabello rubio.

- Dicen que está maldita, era de esperarse, no vaya a ser que nos maldigas - dijo otra mientras sostenía un mechón de cabello con su dedo; me miraban con desprecio.

- No entiendo nada - dije.

- ¿Quieres que te lo explique? - dijo la rubia.

- Pues si - respondí cruzando los brazos.

- Nosotras no hablamos con gente como tú.

- Y... ¿Qué se supone que les impide hablar conmigo?

- ¿No lo sabes? Pues porque eres una bruja, estás maldita, eres un fenómeno, no deberías existir. Le harás daño a todos los que estén a tu lado, míralo de esta forma: naciste para vivir sola ¿para qué alguien así? Las personas así son patéticas.

- ¡Yo no soy ninguna bruja! ¡ni mucho menos un fenómeno! - otra vez lo mismo, una bruja; a veces llegaba a creer que sí lo era.

- No tienes derecho a gritarnos.

- ¿Y ustedes tienen derecho a humillarme?, claro, como si ustedes fueran superiores, ni siquiera usan el cerebro.

- ¡No somos brutas! -

- Pues lo parecen - me sitúe en mi puesto, no quería seguir peleando con esas estúpidas.

El compañero que se hacia delante de mí, me saludó, por primera vez; además es el tipo de chico que todas desean, es alto, educado, tiene cabello color negro y ojos verdes, el chico que daría todo por su "novia"; cualquiera se perdería en su mirada, sin embargo yo no lo hice.

- Y... ¿Cómo explicas el acontecimiento del auto?

- ¿Qué? -

- Pues de lo que todos están hablando, ya eres famosa -. Entonces me acordé de lo sucedido; el auto, claro, cuando estuve apunto de morir.

- No lo sé, supongo que no tendrá explicación.

- ¿Por qué? -

- Porque sino ya la sabría - él se rió.

- Bueno...

- La verdad no lo sé, no sé que me sucedió ese momento.

- Comprendo - en aquel momento se acercó la rubia con la que tuve un inconveniente antes y se dirigió a él.

- Stjepan - vaciló un instante - ¿puedes venir un momento? - yo desvíe la mirada, no soportaba ver aquella idiota.

- Claro - dijo -. Ahora vuelvo - me dijo.

Ya habían pasado las primeras clases, entonces Stjepan me dirigió la palabra de nuevo.

- ¿Ya descubriste la explicación?

- No... Ehm, ni siquiera he pensado en ello - él rió.

- ¡Oh! No me he presentado, soy Stjepan, ¿y tú?

- Soy Arlett.

- Me gusta tu forma de ser, eres tan directa.

- Mmm...

- Si consigues alguna respuesta, ¿me la podrías decir?

- Claro.

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