Noventa Y Siete Días Antes

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Mi grupo había finalizado las clases con el maestro fuego, ya sabíamos controlar dos elementos, ahora nos faltaban otros dos.

Intenté pedirle a Sombra que me explicara todo, sin embargo no lo hizo y como de costumbre me ignoró todo el tiempo.

Hoy empezaríamos las practicas con el aire, espero que no sea tan complicado, pues no podemos ver el aire.

Salí del dormitorio y me encontré con Sombra, ¿no se supone que debería estar en el salón?

- No podemos ir a la practica de hoy.

- ¿Por qué?

- Hoy harán una profundización.

- ¿Profundización?

- Sí, exacto, hacen eso para saber que elemento controlan mejor, pues no podemos controlar todos a la perfección. También lo hacen para saber cuánto poder posees, pues hay un límite de poder para los Bomel, si se excede el límite es porque no eres Bomel.

- Bueno, gracias por la información, ahora me voy.

- No puedes irte.

- ¿Por qué?

- No hay tiempo de explicaciones - me agarró de un brazo y empezó a caminar.

- Espera, espera, ¿por qué debo seguirte? Yo me iré.

- ¿Quieres continuar con vida? 

- Sí, eso creo.

- Bueno, entonces ven conmigo - no tenía otra opción que seguirlo, aunque no debería hacerlo. De repente me tropecé y algo amortiguo mi caída, noté que Sombra me rodeaba con sus brazos, lo miré y sonrió.

- Mira por donde caminas - dijo y añadió -: No siempre estaré pendiente de ti.

- Eso ya lo sé - me puse de pie y continúe adelante, ni siquiera sabía adonde nos dirigíamos.

- ¿Adónde se supone que vamos? - pregunté.

- No tengo la menor idea, aunque no debemos dejar que nos encuentren, debemos escondernos.

- ¡Ah! Okey - así que nos quedamos en una pequeña habitación que estaba cerca.

- Quiero que me expliques - dije.

- No tengo nada que decir.

- ¿Entonces, por qué nos ocultamos?

- Aún no es momento para que lo sepas, debes deducirlo tú misma, no puedes depender de los demás.

- Buen punto, me dedicaré a pensar - me dirigí a un rincón de la habitación y me senté; empecé a llorar, recordaba a mis padres, ellos siempre habían sido muy buenos conmigo y yo los había dejado, no soy buena hija.

- ¿Por qué lloras? - no respondí - Sabes, me incómoda que lo hagas.

- ¿Ahora no puedo expresarme libremente? - grité.

- Silencio, te escucharán.

- ¡No me importa! ¡quiero irme de este lugar! - él se acercó y me cubrió la boca.

- ¡Cállate! No te puedes ir, no tienes escapatoria - me susurró, me senté y no dije nada más, pude contener mi llanto.

En Busca De Lo Que SoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora