Setenta Y Tres Días Antes

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Cuando llegué al salón, todos me miraban extrañados, no lo comprendía.

Stjepan se acercó a mí y me saludó.

- Wow, ¿en dónde has estado todo este tiempo?

- Yo no me he movido de este lugar, no lo he entendido, ¿de qué hablan?

- Espera, ¿por qué dices que no te has ido?

- ¡Porque eso he hecho!

- Te puedo asegurar que no estabas aquí.

- Oye, ya basta, ¿acaso es una broma?

- No es una broma, es en serio, ¿no lo recuerdas, verdad?

- ¿Recordar qué? - me miró con incredulidad y al final dijo:

- Nada, olvídalo -. Nos ubicamos en nuestros respectivos puestos. Las clases transcurrieron.

Empaque mis cosas y salí del salón.

- Arlett, espera - Stjepan me detuvo.

- ¿Qué necesitas? - pregunté blanqueado los ojos.

- Ven, necesito mostrarte algo - dijo y me agarró de un brazo, me hizo girar y quedé en frente de él.

- Ehm, ¿qué me vas a mostrar? - dije.

- Ahh, esto - me extendió una hoja que tenía algo escrito. La leí, era una carta para Stjepan, no entendía para qué quería que la leyera.

- ¿Y...? - dije.

- Mira el final de la carta -. Así lo hice y tenía ¡mi firma! ¿Cómo pude yo enviarle esta carta? En ella decía que estaba en una academia y que poseía ¡poderes sobrenaturales!

- ¿Qué es esto? Yo no... ¿Cómo pude...? No, yo no envié esto.

- Sí que lo hiciste.

- No, yo no estuve en una academia, yo siempre estuve aquí.

- Me temo que sí.

- Pero... - leí de nuevo la carta, no podía dar crédito a ello, eso no lo escribí. Entonces los recuerdos vinieron hacia mí. Recordé a Sombra, las clases, Sidney, los maestros, mis poderes y aquel chico que me inyectó algo en la salida.

- ¿Qué carajos es todo eso? - dije sobresaltada.

- Sabía que lo recordarías; eso eres tú, eres un Bomel.

- No, claro que no.

- Sí lo eres, ¿entonces qué significan todos esos recuerdos? 

- Bueno... pues... No lo sé - suspire -. Okey, supongo que seré un Bomel, pero, ¿qué hago, entonces?

- No lo sé, ¿no recuerdas el camino?

- No, no recuerdo nada desde que salí de la academia.

- ¡Oh! Bueno, tal vez te busquen.

- Sí, claro - dije con sarcasmo.

- Hay que ser positivos.

- Bueno, creo que es mejor que me vaya.

- Está bien, ¿te acompaño?.

- No, estoy bien.

- Okey, adiós -. Salí del salón y por todo el camino estuve meditando. Cada vez mis recuerdos eran más nítidos, recordaba a Sombra, a su lado bueno y su lado malo, los dos decían ser el verdadero, ¿cuál sería?

- Hija, ¿cómo te fue? - me preguntó mi madre al llegar.

- Me fue de maravilla.

- Me alegra - dijo con una sonrisa.

- Madre, debo preguntarte algo.

- Sí, claro, ¿qué deseas saber? - me quedé muda por un instante, y lo medite.

- No, nada, olvídalo -. Fui a mi cuarto y me recosté, supongo que no me necesitan, estarán bien; además, ya no poseo mis poderes, ¿qué podría hacer si regresara? Simplemente sería un estorbo. Olvidaré todo eso y viviré mi vida común y corriente.

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