VII: No confiar en Jade es mi nuevo lema

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Camille

Me desperté y pronto deseé no hacerlo.

El dolor de cabeza que tenía era casi insoportable. Me incorporé un poco y el dolor aumentó. Era como si una cosa me oprimiera el cerebro. Pese a eso tuve que levantarme corriendo para ir al baño.

Casi no llegué a tiempo para vomitar en el pequeño váter que había en el apartamento. Suerte que el baño estaba bastante cerca de mi habitación. Me quedé sentada en el suelo, que al menos estaba fresquito y así...

Espera.

¿Qué llevaba puesto...?

Pasé las manos por mi ropa y me di cuenta de que iba en un mini vestido y una chaqueta larga muy grande. Que yo recordara, no tenía ninguna chaqueta de ese estilo, ni siquiera era la época para llevarla. 

¿Qué había hecho la noche anterior? Bueno, no sé si quería saberlo, la verdad.

Aun así me vinieron algunos recuerdos de la noche anterior a la mente. Pequeñas partes de conversaciones. Cada recuerdo era más confuso que el anterior. Todos lo eran hasta que me vino uno muy claro.

Yo, estando borracha, enviando un mensaje al pobre Bruno.

Oh, mierda. ¿Qué había hecho?

Me levanté poco a poco. Intentando no marearme de nuevo para ir a buscar mi teléfono. El miedo me invadió. Esperaba no haber perdido mucho el control estando borracha.

—Reproduce mis últimos mensajes enviados — le pedí con un temor creciente

—Reproduciendo... — se calló un momento y yo me empecé a morder la uña— Una y treinta y cinco: Brunooo. Una y treinta y siete: Eres mi mejor amigo, signo de exclamación. ¿Quieres venir a mi casa? Una y cuarenta y dos: Tengo otras ideas.

Ay, Dios. La conversación iba encaminada hacia temas un poco subidos de tono. Ay, Dios. No podría volver a dirigirle la palabra. Ni cruzármelo. Lo más conveniente sería mudarme muy lejos.

La voz robótica siguió. Noté como mi cara se iba calentando esperando que no fuera lo que pensaba.

—Una y cuarenta y seis: ¡Podemos ver alguna película! ¿Cuál te gusta? Fin de los mensajes enviados últimamente.

Ah, jeje.

Malpensada.

Todos habíamos pensado lo mismo, ¿verdad?

Sin darle más importancia, me fui a darme una ducha calentita. Así me sacaba ese olor a alcohol tan repugnante. Aparte podría intentar despejar un poco más mi mente e intentar recordar algo. Alguna pieza más del maldito rompecabezas que amenazaba con romper la mía.

Me quité la ropa y encendí el agua. Cerré la puerta con pestillo para tener un poco de privacidad. Aunque Jade no estuviera en casa, me gustaba cerrar. Era más por comodidad que por privacidad.

El agua estaba a la temperatura perfecta, es decir, quemando. Me metí dentro y empecé a frotar para quitar ese olor. Pronto fue sustituido por el olor de mi champú. Coco y piña. Lo sé, una mezcla un poco rara, pero olía de maravilla.

Un rato más tarde salí de la ducha. Aún tenía dolor de cabeza, pero había disminuido considerablemente. Mientras me peinaba le di al play a mi música. Empezó a sonar Come As You Are. No recordaba haberla puesto en mi playlist, pero no estaba nada mal.

Acabé de peinarme y salí con la toalla enrollada para taparme un poco. Y suerte que lo hice...

—Buenos días —me saludó un chico al que, por supuesto, no conocía

NeblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora