XXXVIII: Mi abuela

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Paul

—Me has traído a una residencia.

El tono irónico no faltó. Enarqué una de mis cejas.

—¿Puede?

Miré al edificio antiguo con una mueca. Olía a hospital desde la entrada.

—¿Porqué? De todos los sitios que hay en París...

—¡Hoy es día de Bingo y bailes! Le prometí a Elizabeth que vendría.

—¿Y quién es esa mujer?

—Una abuelita muy maja. Venga, deja de ser un quejica y sígueme.

Me agarró de la mano y me arrastró hacia dentro. Todo olía a anís y a hospital. Aún más que antes.

Me llevó por los pasillos como si se lo conociera como la palma de su mano. Llegamos a una estancia muy amplia llena de mesas redondas verdes y sillas de madera idénticas. Había una mesa más grande situada en uno de los lados con una bola de esas con los números dentro.

—Coge dos cartones de números y luego ven conmigo. Mientras tanto voy con Betty. Ah, sí Cuidado con Charlotte, es un poco juzgona.

—Espera. No sé dónde...

Desapareció en el mar de abuelos. Fui hacia la mesa grande y tuve que hacer cola. Una mujer con el pelo todo recogido en un moño descuidado me miró con una ceja enarcada. Bajó sus gafas para mirarme mejor.

—Emm... Mi novia me ha pedido dos cartones esos de los números.

—¿Eres nuevo? No te había visto nunca, bombón. ¿Cuál de las abuelas es tu novia? ¿Es Mimi? Es la que tiene más dinero, por lo cual entiendo que...

—No, no. Soy nuevo pero mi novia es... —me giré para intentar encontrarla. La señalé para que la mujer supiera de quién hablaba—. Ella. Se llama...

—Sé perfectamente cómo se llama. Viene cada mes al Bingo y a bailar con estos abuelitos. Nunca pensé que estaría con alguien como tú. Tenéis energías diferentes y no son compatibles. No va a salir bien chico. ¿Qué signo del zodiaco eres? Tienes cara de Escorpio.

Me tendió los cartones y la miré extrañado por sus palabras. ¿Alguien como yo? ¿Energías? ¿Signos? ¿Qué era todo eso?

Le tendí a Camille los cartones y me senté a su lado.

—¿Cómo te ha ido con Char?

Medité bien mis palabras.

—Es rara...

—Dice ser vidente. No te la creas. Todo eso de las energías es falso. Se limita a asustar a los nuevos.

Asentí sopesando toda la información. La abuelita al lado de Camille me sonrió.

—¿Preparado para la verdadera adrenalina? Esto va a ser una carnicería, niño.

Vale, se suponía que esa era la abuelita maja que había dicho Camille. ¿Cómo serían las otras, entonces?

Sonó un silbato y la mujer que me había dado los cartones empezó a hacer girar la ruda con las bolas esas de los números. Salió la primera Sonrió y gritó el número.

—El 12.

Miré mi cartón y vi que el 12 estaba en la tercera fila. De un color azulito.

—¿Eh? ¡Ah! ¡Bingo!

Todas las abuelitas me miraron mal. Camille tiró de mi manga.

—¿No sabes jugar al Bingo? —siseó

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