XXIX: La declaración

82 8 0
                                    

Camille

Me llegó un correo de Paul. Las grabaciones de hoy. 

Luego tendría un montón de trabajo por hacer. Cuando no quedara el tiempo necesario para hacerlo. Procrastinación al 100%.

Porque hacerlo ahora era imposible, ¿verdad?

Marqué ese correo como importante. Iba a hacer los apuntes cuando las niñas estuvieran más tranquilas. Cuando no saltaran por todas partes. Eran como unos monos descontrolados. No les había dado nada con azúcar... No entendía esta hiperactividad repentina.

—¿Qué ha llegado? 

—Un correo de Paul. Son las grabaciones de clase, para que luego yo haga los apuntes.

—¿Podemos escucharlas?

Pensé que no iban a entender nada, pero cuando se les metía algo en la cabeza, era imposible sacárselo. Así que tuve que ceder siempre y cuando estuvieran calladas para poder oír bien el audio.

Nos fuimos hacia el comedor y puse todos mis papeles en la mesa. Les di una hoja a cada una para que dibujaran lo que quisieran, que resultó un intento de hacer los mismos apuntes que yo pero a mano. Eso las mantenía entretenidas un ratito. Un rato de paz.

Al final mis planes siempre acababan yendo al revés.

Le di al play y empecé con Biofísica. Era muy aburrido y el profesor explicaba tan rápido que casi no se entendía nada. Tuve que ralentizar el audio para poder escucharlo bien. 

Recordé las siestas que me echaba en ese tipo de clases. Total, Paul al final siempre me pasaba un audio recitando los apuntes.

Me empezaron a doler las manos  —aunque escribiera con el portátil— y tuve que parar un momento. Ni que tuviera prisa por acabar la explicación. Era su trabajo. No le íbamos a morder, si es lo que pensaba. A él que más le daba...

Luego pasé a Anatomía Humana. Esa era de las mejores. Además no hacían muchos apuntes estos días. El profesor me lo prometió y así podía centrarme en otras cosas. Como cuidar a mis sobrinas o en otras materias.

O en Paul.

Sí, o en eso.

Seguí con todas las siguientes. 

Cada vez notaba mis ojos más pesados. Mi concentración ya no era la misma y había tenido que repetir la misma palabra como tres veces. Aún así tenía que acabar, solo quedaba uno.

Biología. La última clase del día.

La clase dónde Lauren intentaba ligarse a Paul. Cada día. Siempre era esa clase porque como yo faltaba, había un espacio libre a su lado.

Suspiré y lo puse en marcha. La primera media hora fue tranquila. Ningún ruido raro, todo se entendía claro como el agua... Hasta que la chica tan molesta tuvo que intervenir. Solté un suspiro porque me impedía escuchar la clase, así que aparté las manos del teclado. Era tan frustrante...

Iba a saltar el trozo donde rogaba a Paul que volvieran, pero las niñas querían oírlo.

—Vamos a escuchar un trocito.

—Vaaaale.

Volví a darle al play. Primero sonó la voz de Paul.

—¿Puedes dejar de ser una gilipollas y empezar a comportarte como la adulta que se supone que eres?

—Mira quién habla. No entiendo como te puede gustar esa ciega. Busca a alguien con quién sí te puedas casar y no sea una vergüenza. Necesitas alguien como yo, que te ayude a crecer.

NeblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora