XXX: El Principito

68 7 0
                                    

Paul

Estaba soñando. Era la única explicación posible. Esto se sentía irreal. Era como estar flotando alrededor de las nubes. Por arriba de la lluvia y toda la mierda. Ahora mismo yo solo podía ver el sol.

Y a Camille.

Estaba dormida en mis brazos, abrazada a mí. Yo iba pasando una mano por su pelo distraídamente. Luego por su mejilla y sus labios. Estaba tan dormida que no se daba cuenta de nada. Yo no tenía nada de sueño. No podía parar de mirarla.

Había vuelto antes de su viaje por mí.

Casi rompí a llorar cuando me dijo que ella sentía lo mismo. Se veía preciosa bajo esa lluvia y con mi chaqueta. Ni siquiera había cogido la suya al irse de casa de sus padres...

Se removió para apretujarse más. Su pelo estaba un poco revuelto y la ropa estaba empapada. No quería despertarla, pero al menos le quité los zapatos para que estuviera más cómoda. Soltó un suspiro aliviada cuando se quedó en calcetines.

La besé en la comisura de los labios suavemente. Ella abrió un poco sus ojitos. Sus pestañas me hicieron cosquillas en la mejilla.

—¿Qué haces aún despierto, cariño?

Cariño.

La sensación que había tenido en el pecho desde hacía rato se intensificó.

Lo que sentía por ella ya no era amor platónico. Era amor verdadero.

—No puedo dormir.

—¿Por qué?

Su voz era como una caricia.

—Porque tengo miedo de que cuando cierre los ojos desaparezcas.

—No me voy a ningún lado.

Me acarició detrás de la oreja con su pulgar. Iba trazando círculos invisibles en mi piel. Calmaron el nerviosismo que llevaba dentro. Me besó y luego volvió a apoyar su cabeza en mi brazo.

—Duérmete, por favor.

Suspiré y cerré los ojos.

Ella volvió a acariciarme, esta vez la espalda, para intentar relajarme. Así, seguí notando que ella estaba ahí. A mi lado. Me fue entrando el sueño poco a poco. No sé durante cuánto tiempo mantuvo la mano en mi espalda, yendo de un lado para otro suavemente.

***

Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Camille con los ojos cerrados. Estaba a dos centímetros de mí. Respiraba de forma profunda. Miré la hora, aunque no importaba porque era sábado.

Hoy era un día nublado y parecía que iba a volver a llover en cualquier momento. Supongo que nos tocaría quedarnos en casa. Aunque si eso significaba pasar más tiempo junto a ella, yo encantado, jeje.

Me fijé en el móvil de Camille. Estaba lleno de mensajes y llamadas. Supuse que no había dado muchas explicaciones antes de irse. Igualmente, ella no era la responsable de las niñas. No era su obligación quedarse.

Cuando ya tuve todo de mi cuarto controlado, volví a mirarla a ella. Mirase a lo que mirase, siempre acababa mirándola a ella. Incluso si estuviéramos en un mar de gente podría distinguirla, porque era única.

Era mi sitio seguro y por eso me había podido dormir a su lado. Nunca me había pasado. Solo con mi madre, pero hacía ya tanto tiempo que casi no recordaba quedarme durmiendo con ella. Solo con ella.

Con Lauren me había sido imposible dormir. O quedarme con ella durante mucho tiempo. Sentía la relación como una obligación. Solo quería acabar cuanto antes e irme a casa.

NeblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora