III: El nuevo y molesto compañero de mesa

193 11 0
                                    

Camille

Mi despertador, como de costumbre, no llegó a sonar antes de que me levantase. No era fallo del objeto, sino que tenía una compañera de piso muy maja que ya me despertaba sin que yo lo hubiese ni de pedir.

Oía unos golpes repetidos en la pared. Como si fuera el tempo de una canción. Hacía vibrar la pared y con ella, toda mi habitación. Intenté colocarme un cojín en la cara a modo de silenciador pero los golpes no cesaban. Suspiré exasperada.

Me levanté a regañadientes para ver si estaba bien. Antes de tocar a su puerta, alcancé a oír más ruidos, incluso algún jadeo.

Di tres golpes fuertes a la puerta para dar a entender que me había despertado. Los sonidos pararon por un segundo y luego siguieron, aún más fuertes. Mi paciencia se agotó y abrí la puerta para gritarle que parasen.

Al abrir, los sonidos pararon de nuevo y Jade me gritó enfadada.

—¡Vete de aquí!

—¿Porqué hacéis tanto ruido?

—¡Vete! —volvió a gritar esta vez más fuerte. No respondió a mi pregunta.

—¡Dime porqué hacéis tanto ruido! —grité yo en respuesta a los suyos

Me empujó hacia afuera y oí la puerta cerrarse antes de que pudiera decir o hacer nada. 

Maldita sea.

Aunque el enfado no me duró demasiado después de que Spooky se tumbase a mi lado mientras desayunaba. Un milagro, considerando que odiaba a cualquier humano sin excepción. Me acabé mi triste bol de cereales insípidos y lo dejé con los platos sucios. Jade ya lo lavaría después.

Sonreí cuando toqué la mesa y distinguí mi jarrón con el tulipán dentro. Noté como mi cara se calentaba como había pasado ayer. ¿Estaba enferma? Puede que tuviera fiebre, pero se iba y venía demasiado rápido...

<<De tu admirador secreto>>. ¿De verdad tenía uno? 

No. Seguro que era alguna broma de los populares, para recordarme lo inocente que era a veces. Aún así, la flor no tenía la culpa, tenía que cuidarla.

Me senté en la mesita delante de la puerta de cristal que daba al balcón. Noté como la luz del sol me calentaba todo el cuerpo. Mientras hacía eso, con una mano acariciaba a Spooky.

Seguramente la ventana cercana a donde yo me encontraba, estaba abierta, pues una suave brisa de molestaba en revolver mi pelo aún soñoliento. También oía a algún pájaro piar y a otros responder con el mismo sonido. Anunciaban el despertar de la ciudad, aunque París siempre estaba viva. Apenas debían ser las 6 de la mañana, sin gritos, ni discusiones ajenas que escuchar.

Cuando llegué, tuve que explorar la casa para saber si había algo con lo que debía tener cuidado. Ahora conocía bien todos los rincones posibles —sobre todo la ventana con la que me di unas tres veces seguidas—.

Fui hacia la habitación. Escogí algunas cosas suaves y cómodas que encontré en los estantes. Esperaba que combinara por lo menos un poco. Ayer ya había hecho el ridículo, no quería repetirlo.

Al tenerlo todo listo, cogí mis cosas de la entrada. Ya que hoy era probable empezar alguna asignatura. Las presentaciones de algunas duraban un día. De otras, una semana. Hoy ya empezábamos el temario. Abrí la puerta y me fui sin despedirme de la ninfómana que tenía por compañera.

En la calle hacía un poco de frío pero era mejor que llegar tarde. Mientras caminaba con el bastón en una mano, encendí mi móvil para marcar la misma ruta. Todo iba como la seda hasta que llegué a ese semáforo averiado.

NeblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora