XXV: Fiesta de pijamas con sentimientos de por medio

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Camille

Me llevó en brazos hasta el coche. La verdad es que estaba tan cansada que ni consideré protestar. Solo me acurruqué bien, poniendo mi cabeza contra su pecho. Los párpados se me iban cerrando. Al final el cansancio me venció y me dormí.

Me desperté a los pocos minutos. Estaba dentro del coche con el cinturón de seguridad ya puesto y una almohada para la cabeza. Levanté la cabeza y miré hacia el asiento del conductor.

—Vaya, ¿ya te has despertado? Si quieres puedes volver a dormirte. Tus ronquiditos eran adorables.

—Mis piernas me duelen mucho... —gruñí

—Agua caliente y se aliviará.

Asentí y me volví a dormir sin pensarlo demasiado. El ejercicio era matador. Me había prometido aguantar, pero era imposible. Lo último que escuché antes de caer en un profundo sueño fue la risita divertida de Paul.

No recordaba haberme dormido del todo con cualquiera que no fuera de mi familia. A veces, ni siquiera con ellos. Necesitaba plena confianza para conseguirlo y ocurría muy pocas veces.

Pero luego me di cuenta de mi error.

Paul no era cualquiera.

***

Alguien sacudió mi brazo con delicadeza. Me asusté y me aparté hacia atrás instintivamente.

—Tranquila, soy Paul.

Me relajé en cuanto escuché su voz.

—¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?

—Delante de mi piso. En el coche para ser más exactos.

Me levanté y noté la mano de Paul en el borde de la puerta del coche. Esperé en la acera mientras él cerraba la puerta. Me cogió de la mano y fuimos hacia su piso.

No recordaba exactamente qué número era así que nos tocó subir de la mano por las escaleras. De lo cual no me iba a quejar, por supuesto. Era muy estrecha, teníamos que ir en fila para pasar. 

Él abrió la puerta y me invitó a pasar. Me quedé en la entrada como de costumbre. Desapareció de la misma forma que la última vez. Oía sus pisadas por el piso. No me moví por miedo a manchar algo.

Regresó y me tendió un montón de cosas en mis brazos.

—Aquí hay una toalla y ropa pequeña que tenía por casa.

—No me voy a quedar a dormir, Paul.

—¿Por qué no?

—Tengo mascotas que ya han estado todo el día solas. Jade seguro que no les da ni de comer. Seguro que les quiere dar una patada. Mi pobre gato es muy curioso y la va a molestar mientras hace cosas indebidas. ¡Lo va a traumar!

Empecé a pensar en todos los posibles escenarios. Y en todos, mi gato acababa siendo pateado por Jade. Pobre gatito...

—He enviado un mensaje a Sahar para que se pasara mientras estabas dormida. Y te aseguro que Jade no va a tocar al gato. Ella también está avisada.

Me quedé callada y le sonreí. Entonces todo bien.

—No quiero molestar...

—Si molestaras no estaríamos teniendo esta conversación, ¿no crees? Oye, si no quieres, puedo llevarte a casa.

—¡No! —dije demasiado rápido—. Bueno, ya me quedo si te parece bien.

—Bien. Entonces vete a duchar, te irá bien. El envase más grande es el jabón para el cuerpo y el pequeño el del pelo.

NeblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora