Capítulo 2

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Liah: Ubica el árbol grande y gira a la derecha. Sigue recto hasta la puerta que tenga el número correcto.

Sigo las indicaciones del mensaje con mucha dificultad. Lamentablemente, he llegado tarde y no conozco el camino. Me da un poco de vergüenza depender tanto de mi nueva posible amiga, pero se me da fatal recordar los caminos. Tengo que recorrer la misma ruta muchas veces antes de aprenderla correctamente.

—Deberías mirar por donde vas o... podrías tropezar.

Un pie se pone en mi camino y me hace tropezar. Mi inevitable caída es detenida por unos brazos musculosos y tatuados, cubiertos por una ligera capa de vello rojo casi translúcido.

—¿En serio? —la exasperación y la irritación son tan obvias en mi voz, que el chico me libera luego de ponerme sobre mis pies.

—Lo siento, soy tan torpe —se pone la mano teatralmente en el pecho mientras me mira con inocencia fingida.

—Seguro que sí.

Retomo mi caminata, pero Jayce Lowry me sigue durante casi un minuto antes de hablar.

—Las aulas de ciencias biológicas están en la dirección contraria.

Sus palabras me detienen y provocan un calor en todo el cuerpo, que identifico como vergüenza. Miro afuera y no veo el árbol de las indicaciones, giro ciento ochenta grados, veo el árbol y la sonrisa socarrona del chico.

—Eres una molestia, deja de seguirme —ahora solo estoy avergonzada y quiero que se abra un hueco en la tierra para enterrarme en él.

—No debes pensar así, Collins. Esto es un encuentro destinado.

—Lowry, no me interesas. Déjame en paz —muevo los pies con rapidez, está vez en la dirección correcta.

—Oh, para no interesarte parece conocer mi nombre.

—Fue información no deseada.

Veo los números de las puertas y estoy en el lugar correcto.

—Harper, no me rendiré hasta que te tomes un café conmigo —habla con seriedad, totalmente contrario al chico juguetón que me tuvo en sus brazos hace unos instantes.

Esos ojos avellanas me provocan un cosquilleo en la memoria, pero no los ubico. Si lo conozco del pasado no debe ser algo bonito.

—No me gusta el café —no me ganará.

—Helado, entonces.

—Soy intolerante a la lactosa.

—¿A comer algo? —pregunta, cada vez más desesperado.

—Estoy haciendo dieta líquida —okey, eso ha sonado antipático hasta para mí.

—Venga ya, ¿tanto miedo te doy?

—Cariño, tú no me das miedo —es cierto, a pocas cosas le tengo miedo, y pasar un rato con un desconocido sexy no cae en ese grupo.

—Entonces sal conmigo. Será una salida amistosa. Te prometo que si no quieres volver a saber de mí, no volverás a verme —me mira con las cejas fruncidas y esos ojos avellanas que ruegan por mi afirmación.

No pasará nada por salir con él. A pesar de mi fantasía inicial, no siento atracción sexual. Y sin tener en cuenta lo molesto que es, me parece bastante interesante. Es guapo y ocurrente, no creo que me aburra con él.

—Vale —digo después de pensarlo-. Pero más te vale entretenerme.

Me despido con una pequeña sonrisa y entro a clase en silencio.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora