Capítulo 16

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—¡Vamos de compras, pequeña Harper! —Karen me agarra y me arrastra hasta su camioneta.

—Pero... —ya casi me voy a casa. Me he pasado la mañana en compañía de la familia Lowry, celebrando Noche Buena. Necesito mi espacio... urgentemente.

—Los chicos han empezado a preparar la casa para esta noche. Me encantaría que me acompañes a comprar la comida —me mira con cara de cachorro, que soy incapaz de ignorar. Ahora sé donde Jayce aprendió a ser tan persuasivo.

—Vale —no puedo negarle nada a esta mujer.

—¡Bien! —llegamos al supermercado, la cháchara de Karen me entretiene a la vez que me da dolor de cabeza. La mujer es incapaz de guardar silencio, creo que está escrito en sus genes.

—¿No querías comprar repollo? —pregunto para distraerla.

—¡Uy, sí! ¿Dónde están? Te los voy a cocinar de una forma que hará que te chupes los dedos, ya verás —mi teléfono suena mientras marcho detrás de la hiperactiva figura que es la madre de mi hermano.

—¡Gracias, agradezco mucho por esta llamada, seas quien seas! —le hago señas a Karen que estoy en una llamada, lo que me brinda unos minutos de silencio.

—Mamá te tiene loca, ¿cierto? —la grave y masculina voz de Dari es música para mis oídos.

—Sí. Necesito ir a casa, ¡ya! —sueno más que desesperada.

—Yo que tú, no contaría con ello. Jayce está en tu apartamento cogiendo ropa para que pases unos días con nosotros aquí en casa.

—¡Pero...! —mis hermanos se van a enterar. Casi puedo sentir el humo salir de mis orejas del cabreo.

—Fueron órdenes de la jefa de la casa. Mamá quiere que pases las Navidades con nosotros, ya que no tienes quien te acompañe.

—Claro que tengo con quien pasar las navidades, conmigo misma. Igual que el año pasado —eso ha sonado intratable, incluso para mí.

Liah se fue a pasar las vacaciones con su familia y me invitó a ir con ella. Obviamente decliné la oferta; no me sentiría cómoda en una casa llena de desconocidos. Solo vine al restaurante, porque mis hermanos tramposos me rogaron. El objetivo era pasar el día, almorzar con ellos y luego volver mi tranquila cueva, con el teléfono apagado, revolcándome en mi soledad. Ahora pues... me obligan a quedarme con ellos. ¡Que felicidad! Nótese mi sarcasmo.

—Eso no pasará este año, Moco —en serio odio ese apodo —. Lo pasarás rodeada de tu familia.

En respuesta a esas palabras, un calorcito se filtra a través de mi cuerpo directo a mi corazón. No entiendo como esos dos idiotas que considero hermanos, siempre dicen las palabras correctas en los momentos correctos.

—Vale. Voy a ayudar a Karen, parece que va a comprar todo el supermercado —cuelgo el teléfono y me acerco a la susodicha, que está en medio de una encrucijada mental para escoger un tipo de salsa de tomate.

Continuamos caminando por los pasillos, hasta que una voz suena a nuestra espalda.

—Servicio de mensajería, señoritas —Jayce lleva un carrito vacío y una gran sonrisa. Me acerco a él y le pateo la espinilla, totalmente a traición —. ¡¿Pero qué haces, loca?! —grita, llamando la atención de los otros compradores con su estúpida teatralidad mientras se frota el área adolorida.

—Tú y Dari me tendieron una trampa. Y entraste a mi casa con la llave que te di en confianza —lo último se lo digo con la ceja derecha levantada y cara de asesina serial.

—Lo sé, pero no lo siento. Me niego que pases estos días sola —me quiere, ambos lo hacen. Y yo los adoro, pero no me ha gustado esto.

—Pequeña Harper, es mi culpa, yo los forcé a hacerlo —la voz ligeramente triste de Karen suena a mi espalda y me giro para ver su expresión compungida —. De haber sabido que te opondrías tanto, no lo hubiera hecho.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora