Capítulo 3 (+18)

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Entro en el local donde está tatuando temporalmente Shaw y pregunto por él. Este lugar consiste en una sala muy grande, donde los artistas tienen sus puestos de trabajo separados por cinco o seis metros y los clientes tienen privacidad gracias a biombos. Para ser honesta, no me gusta mucho, prefiero otro tipo de local más privado y más... higiénico.

Ignorando los silbidos y obscenidades que me gritan, voy al pasillo que me indicaron y encuentro al susodicho viendo algo en su teléfono con el ceño fruncido. El pelo rubio, que lleva al largo de los hombros, una barba más oscura cubre la mitad de su cara y la argolla de plata en la aleta de la nariz le dan un aire de malote muy sexy.

—Espero encarecidamente que no hayas deshecho tus matelas aún. No me vas a tatuar en este lugar bajo ninguna circunstancia. Nos vamos a mi apartamento.

Deja el teléfono a un lado y me mira con una sonrisa, parte lujuriosa parte tierna. Como le dije a Liah, tenemos una relación rara. Follamos, pero hay cariño entre ambos. Nunca hemos hablado de nuestros pasados, pero no lo necesitamos. Las personas heridas se reconocen entre ellas.

—Que falta de modales.

Me abraza y se lo devuelvo, porque lo he extrañado muchísimo. Antes de ser novia de Dane, me vi con Shaw al menos una vez al mes durante un año. Entre nosotros se existe una complicidad que nunca tuve con mi exnovio.

—Vámonos ya.

—Espera, míralo antes de decidirte.

Me acerca una carpeta y al abrirla me quedo sin habla. Es un dibujo increíble de un barco, un galeón de tres mástiles y velas negras, siendo rodeado por numerosos tentáculos gigantes. En la punta del mástil mayor hay una bandera pitara que reconozco.

—¿El Perla Negra? —la emoción me recorre y se siente, gracias al tono agudo de mi voz.

—Sí. Te encanta Piratas del Caribe.

—¿Por qué...?

—Ponle tú el significado, ¿lo quieres o no? —este tonto siempre me dice que le ponga un significado especial a sus diseños antes de arañarme con la tinta.

—Obvio que sí, pero mañana. Tengo otros planes para el resto del día. Así que, muévete.

Me da una mirada caliente y llena de promesas. Esos ojos, más los recuerdos de los momentos que hemos pasado juntos, me suben la temperatura. Coge un maletín cuadrado con bordes y broches de metal, donde guarda su instrumental, después de ponerse una mochila en los hombros.

Y pensar que la vida de una persona cabe en ese gastado trozo de tela.

Conduzco a casa en silencio, solo es interrumpido por la música baja que sale de los altavoces y los dedos de Shaw contra la pantalla de su teléfono mientras se escribe con alguien.

—¿Qué te pasa? —pregunto en cuanto aparco y antes de salir del coche.

—Nada.

—Si no vas a dedicarme toda tu atención...

—Es un problema legal. No te preocupes.

El simple hecho que evada el tema es bastante preocupante. Shaw es una persona directa y brutalmente honesta, a veces demasiado.

—Shaw... ¿qué pasa?

Deja salir un largo suspiro y se recuesta en el asiento. Apoya la cabeza de forma que su nuez de Adán resalta su perfil.

—Hace tiempo, jodí a alguien y después me jodió a mí. No es alguien con quien se pueda jugar, pero yo lo hice y el pasado ha vuelto para morderme el culo.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora