Capítulo 18

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Se ha ido corriendo. Incluso gritando su nombre, no volvió. ¿Por qué? Estábamos teniendo un momento, pensé que iba a...

Pensé que haría algo para sacarnos del ciclo vicioso de vernos de lejos sin hablarnos. Aún siento su tacto en mi pie desnudo y su pelo... Dios, que sedoso es y huele delicioso.

¿Por qué se fue?

—¿Qué mosca le ha picado a Ral? —pregunta al aire mi hermano tonto y pelirrojo. La verdad es que yo no conozco la respuesta a esa pregunta.

—No lo sé.

Al rato, Dariem y Lara se van, prometiendo volver temprano en la mañana para desenvolver los regalos. La pareja casada y su hijo corta rollos también se van a dormir. En tanto yo, desmaquillada y en pijama, estoy en la oscuridad del salón, sin poder sacarme de la cabeza el episodio del porche.

Casi puedo imaginarme lo que hubiera ocurrido si Jayce no nos llega a interrumpir. Emrralt Griffin declara su atracción por mí, y yo... probablemente lo hubiera rechazado. Porque soy así de idiota.

Me acurruco más en el cómodo sofá y el cansancio me agarra desprevenida.

Un ciervo de gran cornamenta y ojos verdes mueve sus poderosas patas, escapando de mí. A pesar de que he abandonado mi arco, flechas y cuchillo. He dejado de ser la cazadora, para estar a su lado.

—Princesa, ¡Feliz Navidad! —la alegre vez de mi hermano me saca de mi sueño. Tengo la sensación que Jayce interrumpe mucho mi descanso.

—Igual —le digo y lo ignoro, girando el cuerpo de forma que le doy la espalda.

—¿No quieres tu regalo? —me mueve el hombro y le doy un gemido quejumbroso. Capta la indirecta, hermano —. ¡Venga, vamos! —me levanta en sus brazos como a una princesa.

—Déjame en paz —entierro la cara en su cuello, evitando el resplandor que ilumina la habitación cuando alguien enciende la luz.

—Moco, no te vas a salir de esta fácilmente. Abre los ojos de una puta vez —Dariem también habla bien alto, con el único objetivo de molestarme.

—¡Ay, ya! —hago un berrinche, como una niña de cinco años, pataleando para que Jayce me ponga en el suelo.

Ambos hermanos se posicionan al lado del otro y me dan mi regalo. Es una caja bastante grande, empapelado con una brillante envoltura verde y un gran lazo rojo. Por Dios. Arranco el delgado papel sin delicadeza.

—¿No puedes ser menos bruta? Pasamos horas envolviendo eso —la voz de Jayce suena algo herida. Como si el papel fuera una parte de él. Idiota. Dejo caer la locura verde y roja al suelo, dejando a la vista una caja blanca.

La abro y, ¿qué veo? Más papel brillante. Los miro con cara de mala leche. Demasiada brillantina tan temprano, sumando el hecho que odio los despertares y ni siquiera me he cepillado los dientes. Wiiii.

—Deja de mirarnos como un perro con rabia y abre el regalo —Dari siempre tan corto de paciencia.

Quito el papel brillante y una figura queda a la vista. Saco el objeto con ambas manos y mi boca se abre de asombro. Es el Perla Negra, con sus velas negras desplegadas y la bandera pirata. Es increíble el nivel de detalle de esta cosa, con las tablas de la cubierta y los faroles de proa. Tiene un largo de aproximadamente cincuenta centímetros y cuarenta de altura, desde la base hasta el mástil más alto.

—Chicos... —mi voz se entrecortada y me encuentro mirándolos con lágrimas en los ojos —. Gracias, es precioso.

—Nos hubiera gustado regalarte uno de verdad pero... —el tonto de Jayce se encoge de hombros y me mira con cara enternecida.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora