Capítulo 11 (+18)

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—Ya hemos llegado —el auto se detiene frente a una casa donde la alta música sale a través de más ventanas abiertas.

Me quiero ir y aún no he bajado del auto.

Con un suspiro imperceptible, pongo los pies en la acera. Dari me abraza con alegría y se mueve acelerado. Agarro su cara para que se quede quieto y pregunto:

—¿Qué has tomado? —no hay enrojecimiento, ni pupilas dilatadas, no ha tomado nada; pero no sé que lo tiene tan... intenso.

—Solo fumo marihuana de vez en cuando, mocosa. Y hoy no es el día —me besa la frente y corre en dirección a la casa.

—¿Por qué corre? ¿Qué le ocurre? —pregunto a nadie en particular.

—Va a encontrarse con su... no-novia —responde Jayce, librándome de la incógnita.

—¿Qué significa eso? —puedo sentir mi boca adoptando una mueca de desagrado e incomprensión. Mi pelirrojo hermano, pasa su colorido brazo sobre mis hombros y emprendemos la marcha hacia la ruidosa casa.

—Se gustan mucho, no follan con nadie más y no se han puesto "etiquetas" —señala las comillas con los dedos —. Así que... no-novios.

—Interesante definición —digo antes que el alto volumen de la música electrónica eclipse hasta el sonido de mis pensamientos.

Al instante de pasar el umbral de la puerta, hay un cambio drástico en la atmósfera; en el exterior, la temperatura otoñal perfecta contrasta fuertemente con el calor infernal del interior, provocado por cuerpos danzantes y sudorosos, que saltan al ritmo descontrolado de la música. Camino siguiendo a Jayce y me siento como como una lombriz excavando en la tierra, a medida que atravesamos la multitud hasta la cocina.

—No me gustan las fiestas —me quito la chaqueta, que me está ahogando mientras la alta música reverbera en mi cerebro como martillazos.

—Tómate una cerveza, socializa y relájate —me ordena con voz graciosa —. Si no te gusta la multitud, quédate aquí y balancea las caderas cuando la música te lo pida.

—Vale —tomo un vaso limpio y lo lleno con cerveza caliente. El primer sorbo es suficiente para hacerme vaciar el contenido del vaso en el fregadero, provocando la risa socarrona de Jay.

En la meseta hay varias botellas de alcohol y me acerco para investigar. Ron, vodka, whisky y varios tipos de refrescos para mezclar. Abro el congelador y cojo unos cubitos de hielo, echándolos en el dichoso vaso de plástico. Mezclo ron y coca cola a mi gusto, y voilá, mi vaso para el resto de la noche.

—¿Satisfecha?

—No gracias a ti.

Ignorando a mi hermano, dirijo la vista hacia la pista improvisada. La gente continúa bailando, aunque algunos se han movido a lugares menos concurridos donde están magreándose. Una pareja llama especialmente mi atención y mi pulso se acelera dolorosamente; Emrralt y una muchacha rubia se besan cerca de la escalera. La visión de las manos masculinas desaparecer bajo la blusa semitransparente de la chica, me estruja el corazón.

Es curioso, prácticamente no nos dirigimos la palabra, pero existe una atracción subyacente. Pensaba que él... haría algo, porque yo no puedo dar el paso. Pero no quiere nada conmigo, lo cual me parece perfecto.

Haré lo que desee, cuando lo desee. Y si no puedo olvidar la atracción hacia él, viviré con ella.

La pareja desaparece en un pasillo oscuro, y no hay que ser adivino para saber a lo que van. Mis ojos se humedecen y parpadeo rápido para deshacerme de las lágrimas. Jay no ha notado nada porque está muy concentrado en su teléfono, cosa que agradezco. No quiero inventarme una escusa para disimular mi dolor.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora