Capítulo 28

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Hay algo que debo aclarar.

Mucho antes que Dane me dejara por Tracy, ella me odiaba.

¿Por qué?

Pues, su madre y mi padre, son medio hermanos, por parte padre. Lo que nos hace a nosotras... primas. Sí, lo sé, que asco.

Tracy fue educada para odiarme. De la misma forma en la que su abuela crió a su madre para odiar a mi padre por las circunstancias de su nacimiento, esta última señora ha criado a su hija para odiarme, por ser hija de quien soy.

No puedo decir que tenga algo contra ninguno de ellos. Simplemente, no me importan.

Su bonita boca adopta un rictus desagradable cuando me nota. Pero al estar detrás del mostrador, tiene que mantener un poco de profesionalidad.

—Buenas tardes, ¿qué desea? —su voz es impersonal, de trabajadora.

—Buenas tardes, quiero un ramo de príncipes negros y un ramo de girasoles y margaritas —su cara adopta una expresión menos desagradable, sabe para quien son las flores.

—Enseguida se los preparo.

Ella se pone manos a la obra, mientras yo camino por los cortos pasillos. Disfrutando el encanto de las flores.

Terminando de armar el primer ramo, no puedo evitar acercarme a ella y observarla. Su pelo rubio teñido, demasiado peróxido lo ha dañado y frágil, dejándolo como un estropajo. Toda ella luce así, prefabricado y encajonado. Se tensa bajo mi mirada, pero continúa su tarea.

—¿Sabes algo, Tracy? Fuera de este pueblo hay un mundo —ni yo misma entiendo porque he empezado a decir esta mierda —. No tienes que ser lo que ellos desean que seas, puedes elegir.

En este caso, ella elige el silencio y la sordera, pero no puedo callarme.

—No tienes que ocultar tu cabello oscuro bajo ese falso color, ni tus ojos bajo esos lentes azules. No tienes que ponerte tras un velo y ocultar quien eres.

Muchas personas en este pueblo me tienen miedo, por razones que prefiero no mencionar. Tracy y su familia, no forman parte de esas personas, pero ella vuelve a elegir el silencio.

Termina de armar el segundo ramo y me los alcanza, diciendo el precio. Después de pagar, me dirijo a la salida con las flores llenando mis manos.

—¿Por qué? —sus palabras me detienen antes de salir.

—¿Por qué, qué? —obviamente, sé a lo que se refiere, pero quiero hacerla rabiar un poco. Sigue sin caerme bien.

—¿Por qué decirme esas palabras? —está confundida. La he sacado de su zona de confort.

—Porque yo también pensaba que este pueblo lo era todo. Que el resto del mundo funcionaba igual, y no es así. Allá fuera encontré algo que perdí hace tiempo —sonrío como boba pensando en mis hermanos y nuestro reencuentro —, y algunas cosas nuevas y maravillosas —pensar en Liah, los chicos y Emrralt, agranda mi sonrisa.

—Luces diferente, menos... enfadada.

—Si lo dices porque me robaste el novio —al menos tiene la decencia de parecer avergonzada —, ya está superado.

—Tú... —se reprime, pero yo quiero fuego.

—Por cierto, ¿cómo está Dane? —pregunto porque quiero saber y molestarla de paso.

—Está muy bien —está toda tensa, mirándome con el ceño fruncido.

—Convencelo para hacer un viaje por carretera. Tómense unas vacaciones largas. Salgan de este pueblo durante un tiempo; les hará bien a ambos —pensar en mi antiguo amigo me aprieta el pecho. No he hablado con él en mucho tiempo, desde que salí del pueblo como si tuviera un cohete en el culo —. Él siempre quiso jugar al fútbol profesionalmente pero sus padres no lo dejan.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora