Capítulo 32

715 27 2
                                    

—¡Feliz cumpleaños a tiiii! —cantamos a coro los presentes.

Felicitaciones vuelan desde distintas direcciones hasta Jay.

—Felices veinte años, hermano —mi otro hermano se cuela entre la multitud a darle un fuerte y sentido abrazo. Verlos juntos me causa una punzada en el pecho no del todo dolorosa, más bien una mezcla de tristeza, por todo lo que hemos sufrido y de felicidad, porque estamos juntos.

—Uff, ¿veinte tacos? Te estás haciendo viejo —Kevin habla como si el tiempo no pasara por él.

Hoy 28 de julio, mi hermano Jayce Lowry cumple años. Su familia y amigos más cercanos, estamos juntos celebrando su vida y deseamos que viva mucho tiempo más.

Entre Liah, Dari, Karen, Mark y los chicos organizamos toda la cosa. Alquilamos una piscina, hay barbacoa, un buen buffet, litros y litros de cerveza. Además de pelotas y raquetas para lucirse como deportistas. Los chicos universitarios no necesitan mucho más.

Pero hay una pega, algo que hace de mi hermano un cumpleañero decaído.

La ausencia de su novia.

Lamentablemente, Liah está en casa con sus padres y no ha podido venir. El novio solitario intenta ocultar las ganas que tiene de verla, fracasando estrepitosamente.

Cuando la multitud se dispersa, Jay se acerca a mi posición actual, en una silla bajo la sombra, con las piernas cruzadas, esperando pacientemente a que su atención sea dirigida a mi persona.

—¿No tienes nada que decirme? —se acuclilla frente a mí, con el torso descubierto y un traje de baño cubriendo sus partes nobles.

—Te mandé un mensaje exactamente a medianoche, felicitándote. No lo haré otra vez —meto la mano en mi bolso y saco un sobre, con un lazo de cinta pegado en la parte posterior, se lo brindo —. Toma, tu regalo.

Sin delicadeza alguna, rompe el papel exterior. Hombres. Su ceño se frunce al ver una nota que reza:

"Ve a la entrada del edificio"

Discretamente sigo a Jayce hasta la entrada, y en la acera hay una gran caja de madera con otra nota en la tapa. La lee y su ceño se vuelve a fruncir por la confusión.

—¿Princesa, qué es...?

—¡¡¡SORPRESA!!! —el grito femenino, unido al cuerpo que casi salta fuera de la caja, le provoca un susto de muerte. El muy dramático da un gran salto hacia atrás con la mano en el pecho.

Es increíble como un chico tan grande puede llegar a ser tan cobarde.

Por otro lado, yo me mantengo en mi lugar, porque estaba preparada. Lo organicé todo.

La palidez del rostro pecoso de mi hermano es remplazada por un sonrojo de placer, cuando ve quien tiene delante, vestida con un lindo atuendo de látex color rojo y un lazo en la cabeza.

—¡Liah! —la ayuda a salir de la caja, agarrando la cintura de mi amiga y sacándola fuera. No la vuelve a poner en el suelo, la abraza contra su pecho y dice cosas que no puedo escuchar.

Mejor, no quiero escuchar cochinadas.

Se besan y se dan arrumacos hasta que el exceso de azúcar me da ganas de vomitar.

—¡Basta! Si siguen así van a terminar follando en la acera. Vamos dentro —mis piernas me dirigen a la sombra, y escucho a los tortolitos detrás de mí.

—¡Amiga! —los brazos pálidos de mi amiga me rodean, y soy invadida por su ligero perfume floral. Me pega sus grandes y suaves tetas a la espalda. Que envidiosa soy, quiero unas así —. Hola a ti también, llevamos varias semanas sin vernos.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora