Capítulo 21

948 40 2
                                    

—Oye, Harper —Nick dice mi nombre por tercera vez, sacándome de mi propia mente. Lo más correcto es: sacándome del recuerdo que se repite infinitamente en mi cerebro, Emrralt viéndome correrme.

—Mmmm.

—Las cosas no van a ser raras entre nosotros de ahora en adelante, ¿cierto? —la incertidumbre en su voz llama mi atención, y me giro hacia él mientras termino de ponerme el vestido previamente descartado. No llevo ropa interior, está húmeda debido al chapuzón y me niego a ponermela.

—Explícate.

—Acabamos de follar y... no quiero que lo que acaba de ocurrir impida que seamos amigos en el futuro —termina de hablar y se pone sus chanclas, sentado en la silla. Vuelvo a sentarme en sus piernas y lo obligo a mirarme, tomando su barbilla y poniendo nuestros ojos a la misma altura.

—Si lo deseas, podemos hacer como si nada hubiera pasado entre nosotros.

—No. No quiero olvidar.

—Entonces estamos bien. Actuaremos como dos personas que se han visto desnudas. Y podemos hablar de lo que queramos.

—Me parece perfecto —responde con una sonrisa, dándome un beso en la mejilla y un apretón en el muslo —. Me llevo esto, lo guardaré en una bolsa y te lo doy en unos minutos —dice mientras recoge y esconde nuestra ropa interior.

—Gracias —beso su oscura mejilla y caminamos hacia el interior de la casa.

Sin poder evitarlo, mis ojos se ven atraídos por la alta figura de Emrralt, que se encuentra de espaldas a mí, pero nota mi mirada y se gira a verme con esos ojos verdes llenos de... algo que no quiero identificar. Al moverse un poco, veo que está hablando con Jayce y Liah, esos dos llevan meses tonteando y me tienen mareada.

—Voy a la cocina. Te veo ahora —la voz de Nick me saca del embrujo que causan esos ojos en mí.

—Hasta luego.

Todavía me está mirando, puedo sentirlo bajo la piel. Me muevo en dirección a la puerta principal, no quiero verlo. Pero justo antes de alcanzar la salida, Emrralt se interpone en mi camino.

Su cara tiene una expresión indecisa, sin saber que hacer. Mira a varios lugares de la sala, pero termina otra vez sobre mí, esta vez decidido. Me agarra por la cintura y me pone sobre su hombro. Una persona normal le estaría gritando obscenidades, pero yo me quedo en silencio, no quiero alertar a nadie de la ausencia de mi ropa interior. Me alegro que el vestido sea por encima de las rodillas y me tape el culo. También tengo curiosidad sobre esta actitud hacia mí, cuando lleva meses evitándome.

Sigo como un saco de patatas hasta que me deja en el suelo de una habitación pobremente iluminada y vacía. El pirata no sabe dónde meterse, mira a todos lados menos a mí. Mi prolongado silencio lo pone incómodo, me alegro.

—Todo este tiempo he pensado que tú y Jayce eran pareja —termina diciendo. Su explicación provoca que un calor de alivio se propague por mi cuerpo. Eso explica su comportamiento contradictorio.

Al interiorizar sus palabras tengo el enorme deseo de gritarle:

¿Cómo es posible que hayas pensado una cosa tan absurda?

Pero no todos los hermanos se comportan como Jayce y yo. Nosotros somos únicos. Modestia y aparte. A pesar todas las cosas que se revuelven en mi pecho, mantengo la expresión impasible.

—Todo este tiempo he estado equivocado, cuando podríamos haber estado juntos y...

—¿Qué te hace pensar que yo te deseo? —no puedo evitar soltarle esas palabras. Sus acciones me han hecho daño y la víbora rencorosa y mezquina que habita en mi interior, quiere hacerle daño a él.

Bajo la piel de HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora