12. Donde hubo fuego, cenizas quedan

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"Every time I see you baby I get lost. If I'm dreaming,
please don't wake me up. Every night I'm with you I fall
more in love. Now I'm laying by your side, everything
feels right. You are bringing out a different
kind of me.".

-Fallin' All in You, Shawn Mendes.

—Si vuelvo a escuchar a otro poni cantando, te juro que perderé la cabeza.

Me río, giro la cara para mirarlo. Su mano se queda en mi abdomen, mientras acaricia suavemente mi piel con la yema de los dedos. Siempre le gustó hacer eso, parece que consigue relajarlo. Y a mí también.

Ahora, el cambio es que tengo un par de estrías del embarazo, pero a él no parece importarle mucho. Es algo que siempre me ha gustado de él, que me acaricia sin pena alguna, sin cohibirse por las marcas que tengo en la piel o por las imperfecciones que pueda tener. A él nunca le ha importado eso.

Se me queda viendo. Estamos cerca, lo que hace que regrese la tensión. Podría decir que surge la incomodidad, pero él parece no verlo así, porque incluso me quita el cabello de la cara y me lo acomoda detrás de la oreja.

Lo hace con tanto cuidado, con tanta ternura, que consigue estremecerme.

—Willow pone esas canciones todo el tiempo en YouTube —corto el silencio, intentando ahuyentar la tensión. Subo más la sábana, intentando cubrir mi desnudez—. Tendrás que acostumbrarte a los ponis cantores.

Sonríe. Pero no parece tener intenciones de hablar.

Otra vez se queda callado, sólo mirándome.

Me veo incapaz de apartar los ojos de él. De la calma en sus ojos azules, la manera en que el cabello negro le cae sobre la frente, del relajante sonido de su respiración.

Quisiera saber qué cruza por su cabeza.

La manera en que me mira dice tanto. Son tantas cosas, que están cubiertas como por espesas telarañas que no me dejan ver el trasfondo.

Se acerca, el corazón se me acelera.

—Oh, Liv...

Parece querer decir algo más, pero no lo hace. En lugar de eso, me toma la cara con una mano y me besa.

Me toma por sorpresa, pero me descubro correspondiéndole.

Baja la sábana, su mano abarca mi pecho. Lo acaricia, lo aprieta un poco. Surge el calor.

Quiero apartar la tela y atraerlo hacia mí. Pero paro antes de que sea tarde.

—Nate.

Vuelve a besarme, ignorándome. Se pone encima de mí.

—Nate.

—Aún es temprano —su boca baja a mi cuello—. Dudo mucho que Willow...

Toquidos en la puerta.

Se escuchan toquidos. Y cómo ella intenta girar la perilla que tiene seguro.

—¡Mami! —se escucha su voz amortiguada—. ¿Por qué está cerrado?

Nate me mira asustado.

—Se ve que no sabes cómo es vivir con una niña de cuatro años —susurro, él se queda tenso—. Te doy una pista, no existe la privacidad.

Se quita de encima de mí, no se opone a que me siente en la cama.

—Ve a tu habitación cariño —le digo, procuro alzar la voz para que me escuche—. Ahorita voy para allá.

Nosotros noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora