La miro, ella sigue dibujando con los crayones en la libreta. Tiene el brazo apoyado en la mesita de centro, y la cabeza recargada sobre él.
Llego a creer que está enfadada. Pero, al verla bien, veo la tristeza que refleja su cara, y la desilusión que emana de sus ojos.
Suspiro.
Sabía que no sería buena idea decírselo. Pero...
¿Qué ganaba ocultándole la verdad?
¿Qué si resulta ser peor para ella enterarse de otra manera?
Tenía que ser yo quien se lo dijera. Mi deber es protegerla e intentar hacer que sufra lo menos posible.
Si dejaba esto en manos de Nate, es seguro que le hubiera dicho la verdad a medias para protegerse así mismo. O quizá, ni siquiera le hubiera dicho nada.
Le conté la verdad hace casi media hora, y no parece haberlo tomado muy bien. No la culpo. He decidido darle un poco de espacio. Pero, la verdad es que su silencio está haciendo que me esté mordiendo las uñas por la incertidumbre.
La escena sigue fresca, ella mirándome confundida, preocupada, sin entender muy bien. Las palabras exactas se albergan en mi memoria:
—Will, no sé cómo vayas a tomarlo, pero quiero que sepas que esto no cambia nada —aparece la preocupación en su mirada, como intuyendo que algo malo se aproxima—. Ni lo mucho que tu papá te quiere —dejo escapar el aire contenido en mis pulmones—. ¿Recuerdas cuando me preguntaste por qué no me casaba con él?
Ella asiente con la cabeza, como temiendo la respuesta.
—Bueno... es porque él va a casarse con alguien más.
El golpe parece tomarla por sorpresa. Se queda callada, asimilando las palabras.
—¿Papi tiene novia?
Asiento con la cabeza, con cautela.
—Si.
Pareció que miles de cosas le pasaron por la cabeza. Pero no pudo decirme nada, porque entró una llamada en mi celular y tuve que atender. Era un cliente.
Fue una llamada larga, ella intentó interrumpirme varias veces con preguntas. Pero no pude responderle, o más bien, no quise. Usé como pretexto que estaba ocupada, y después de muchos intentos, se dio por vencida y se fue a la sala resignada. Decidió ponerse a dibujar.
Hace rato que colgué, y ha comenzado a inquietarme que ella no se me haya acercado a hacer preguntas.
Me acerco con cautela, con la excusa de que le he preparado un emparedado de jamón.
—Te he preparado algo, cielo —no me mira—. Seguro tienes hambre.
Ella mantiene el ceño fruncido. De repente, voltea a verme, se queda seria.
—¿Y por qué no contigo? —pregunta, sus ojos azules me miran de manera acusatoria.
No tiene que decir más para que entienda a lo que se refiere.
Una niña tan pequeña no tendría por qué estarse cuestionando cosas como estas. No tendría por qué enterarse de que su sueño de tener una familia se ha ido a la basura.
Le paso el cabello con cuidado detrás de la oreja.
—Porque él conoció a alguien más antes de que se encontrara con nosotras —digo con calma—. Pero está bien, eso no cambia que sea tu papá. Ni lo mucho que te quiere.
Se queda pensativa por un par de segundos. Luego, vuelve a preguntar:
—¿Tendrán bebés?
Se me forma un nudo en la garganta.
ESTÁS LEYENDO
Nosotros no
RomanceDicen que el amor lo puede todo. Soporta cualquier cosa y perdona sin límites. Yo lo amaba, y él a mí. O eso fue lo que quise creer. Se suponía que éramos felices, casi lo teníamos todo. Hasta que, de repente, todo se derrumbó. Se quebró. Tan rápid...