18. Al parecer, nosotros no

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Ella pone música de la radio y canta a todo pulmón cada canción que suena. Yo no consigo relajarme, comienzo a arrepentirme mucho antes de llegar por Stef.

¿Qué si mi hija se levanta para buscarme?

¿Y si necesita algo?

¿Y si de la nada comienza a sentirse mal?

—Becca, creo que...

Niega con la cabeza.

—Muy tarde, ya estamos aquí —aparca frente a la casa de Stef y Alex—. Tranquila, te regresaré a casa a medianoche. No va a pasar nada.

Me sobresalto al escuchar el sonido de la puerta. Volteo, es Stef. Y antes de que pueda intentar escapar, Becca acelera, poniendo fin a mis intentos por regresar a casa.

El club no está lejos. Cuando menos me doy cuenta, Becca detiene el coche y me saca casi a la fuerza.

—Venga, no seas aguafiestas —me agarra del brazo, no me suelta mientras entramos—. Sólo será un rato.

Quisiera poder decir que consigo controlarme. Pero, hay tanto dentro de mí, que sale sin mucho esfuerzo.

Me desconozco, a pesar de que me repito una y otra vez que tengo una hija, que no puedo volver tarde porque seguro ella se levantará y me buscará. Pero mi cuerpo de revela.

En el momento que pongo un pie en la pista, y mis sentidos se llenan con las luces neón y con el ensordecedor sonido de la música... me descoloco.

Bailo, y me divierto diciendo tonterías con Stef y Becca, como si así pudiera sacar todo lo que hay dentro de mí. No bebo demasiado, o eso es lo que creo. Pero, cuando me doy cuenta, ya estoy mareada y riendo por todo. Pierdo la coordinación y el control de mi cuerpo.

Simplemente me pierdo. Pero, en un momento de lucidez; cuando no soporto estar más de pie por los tacones, me voy a la barra y veo la hora.

Casi son las tres de la mañana.

Una vocecilla me susurra que es hora de ir a casa. Debo hacerlo, porque hay una desconocida cuidando a mi hija.

Busco a Stef y a Becca, pero las dos siguen en la pista, bailando. Parecen estar mucho más tomadas que yo.

Hace mucho que no bebía así. Mala idea.

La cabeza me da vueltas, y me siento perdida. Sin saber exactamente cómo puedo volver a casa. Hace mucho que desinstalé Uber.

—Demonios —murmuro.

Quizá podría salir y buscar un taxi, o...

De repente, mi celular se enciende y siento que vibra. Contesto, sin siquiera molestarme en mirar la pantalla.

—¿Hola?

Mi voz suena rara, cómo si arrastrara las palabras.

—¿Liv?

Esa voz.

La voz del hombre que más odio es este momento.

Estoy tentada a colgar, pero mantengo el celular pegado a la oreja.

—¿Por qué llamas? —frunzo el ceño.

—Sé que es tarde, pero... —hace una pausa, parece darse cuenta de algo—. ¿Dónde estás? ¿Has bebido?

—¿Qué carajo te importa? —le grito—. ¿Por qué estás llamándome? Puedo bloquearte y...

—Porque necesito hablar contigo. ¿Dónde estás?

—Donde no puedas encontrarme.

Suspira.

—Hablo enserio. Voy por ti, sólo dime dónde.

Nosotros noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora