"Your heart got a story with mine, your heart got
me hurtin' at times. Your heart gave me new kind of
highs. Your heart got me feelin' so fine.
So what to do? Still falling for you".-Still Falling For You, Ellie Goulding.
Desde que tengo memoria, siempre me han aterrado los truenos.
Cada fibra de mi ser se estremece con la manera en que sacuden la tierra, en cómo las ráfagas de luz apuñalan la oscuridad, atravesándolas con furia.
Y, más que nada, me aterrorizan los terribles estruendos que hacen que mi cuerpo entero se paralice por completo.
Siempre he odiado la sensación de quedar presa del miedo. De que cada músculo de mi cuerpo se tense, sin que pueda hablar o moverme. De experimentar el terror de saber que estoy en inminente peligro.
Así es como me siento ahora. Es como si una tormenta acabara de desatarse.
No consigo moverme, ni decir nada. Hay miedo, mucho. Al igual que cautela. Y señales de peligro en todas partes.
Sin embargo, al mismo tiempo hayo una extraña sensación de seguridad. De algo conocido.
Es como si estuviera a punto de caer a una especie de precipicio, rozando el peligro. Pero, de alguna manera, en el fondo, sé que él jamás lo permitiría.
No si sus brazos me rodean.
Sus labios se mueven sobre los míos. Como reconociendo. Probando. Descubriendo de nuevo.
Yo sigo sin reaccionar de manera consciente, aunque parece que mi cuerpo sabe cómo actuar por cuenta propia. Mi boca sigue el ritmo de la suya, necesitando de él; saboreando, y redescubriendo un territorio ya antes explorado.
Es como algo nuevo, pero que al mismo tiempo se siente bastante conocido. Una sensación que lleva mucho tiempo escondida.
Sus manos reaccionan, cobran vida. Bajan a mi cintura y me retiene, acercándome más a él. Se olvida de la cautela que mostró al acercarse, de cualquier cosa que pudiera estarlo conteniendo. Me besa con brusquedad, perdiendo el control.
Es como si estuviera drogada, anestesiada... como si cada parte de mi cuerpo se negara a obedecer a mi cerebro.
Mis dedos se enredan en su cabello, y mis labios se entreabren, permitiendo que nuestras lenguas se rocen. Profundizando el beso.
Sus dedos se aventuran a deslizarse debajo de mi blusa. Me rozan la piel, y van subiendo. Me recorre un estremecimiento desde la punta de los pies hasta la cabeza.
Un sonido escapa de mi boca, él lo acalla besándome con más fuerza. Las yemas de sus dedos rozan el borde de mi sujetador, y se abren paso para meterse y tocar lo que hay debajo.
Es como si algo despertara dentro de mí. Una sensación abrasadora que arde con cada movimiento de su boca sobre la mía, con cada inspiración, con cada roce.
Siento su toque en el contorno de mis pechos, toda mi piel arde. Sólo puedo pensar una cosa...
Necesito más. Mucho más.
Me acerco más a su cuerpo, intentando que sus manos se deslicen más arriba. Pero...
Pero...
Consigo reaccionar en medio de la neblina de deseo. La cual, conforme va esparciéndose, me va dejando pensar con más claridad. Los pasos que se escuchan en el pasillo me hacen despertar de mi letargo. Me hacen volver a la realidad.
ESTÁS LEYENDO
Nosotros no
RomanceDicen que el amor lo puede todo. Soporta cualquier cosa y perdona sin límites. Yo lo amaba, y él a mí. O eso fue lo que quise creer. Se suponía que éramos felices, casi lo teníamos todo. Hasta que, de repente, todo se derrumbó. Se quebró. Tan rápid...