Mañana es cumpleaños de Willow, y por supuesto que Nate y yo tenemos todo listo para su fiesta.
Nos hemos encargado de casi todo nosotros solos. Pero, también hemos recibido bastante ayuda por parte de Alex, Stef y Becca; quienes se han ofrecido a preparar bocadillos y demás para los niños.
La fiesta de Willow es en lo que Nate y yo nos hemos mantenido ocupados las últimas dos semanas. Y, aunque ella ha estado suplicando por detalles, no le hemos contado nada, porque queremos que sea una sorpresa.
Durante este tiempo, se podría decir que las cosas con Nate han mejorado. Y bastante.
Parece que, ocuparnos en preparar algo especial para nuestra hija, ha conseguido limar las asperezas entre nosotros. Ha sacado lo mejor de ambos.
Por supuesto que discutimos, pero no se compara con las peleas que teníamos al inicio, cuando nos encontramos en el parque. Ahora, sólo son peleas sobre qué adornos son mejores, qué dulces debemos darles a los niños...
Discusiones sin sentido. Pero sin duda mucho más sanas. Incluso me atrevería a decir que nos llevamos bien, y que hemos vuelto a ser algo así como amigos. Si, amigos..., a pesar de lo mucho que me exaspera a veces.
Ya se ha vuelto costumbre que riamos juntos. Que cuando estamos solos me sienta cómoda con él, que se nos pase el tiempo sólo hablando. Y que él haga bromas que consiguen sacarme más de una sonrisa.
Me recuerda mucho a como era antes, cuando me invitaba a salir. Antes de que formalizáramos la relación.
Cada vez noto menos la tristeza y amargura que había en él. Y en verdad me alegra.
Y hoy, como es la noche antes de la fiesta, Nate ha decidido quedarse para ayudarme con los últimos detalles mientras Willow duerme.
Tomo un puñado de dulces, y los echo en una de las bolsas que tienen estampada a Twilight Sparkle. Se la paso a Nate, y él la cierra con un listón morado.
—Te dije que estas bolsas se ven mejores que las que tienen a ese horrible poni rosa —señala.
—¿Pinkie Pay? —frunzo el ceño, le paso otra bolsa llena de dulces—. Aunque no lo creas, también es de las favoritas de Willow.
—Yo no sé a cuál de las dos detesto más —admite, me río—. La única que parece un poni de verdad es la que usa sombrero de vaquero —frunce el ceño mientras hace el nudo—. Ella sí que tiene personalidad.
No parece haber apretado demasiado el nudo, porque se suelta el listón y se riegan los dulces en la mesa.
—Mierda —maldice, mientras los recoge.
—En verdad que te has contenido para no decir malas palabras frente a Willow —digo, y él sonríe—. Eres mucho mejor que mi amiga Becca, no consigue decir una sola oración sin groserías.
—Muchas veces he estado a punto —admite—. Pero no quiero que por mi culpa ella comience a decir mierda por todos lados y que lo repita en la escuela. Realmente me harías pagarlo.
—Sabes que sí.
Seguimos guardando dulces. Y cuando miro el reloj, veo que ya pasa de medianoche.
Vaya que se ha hecho tarde.
Terminamos después de media hora. Me ayuda a guardar todo en una caja.
—Parece que ya está todo listo —le digo, suelto un suspiro—. Ya sólo queda llevarlo mañana.
—¿Tu amiga Stef hizo los pastelillos?
Asiento con la cabeza.
—Si, los llevará mañana temprano. Le debo una —lo miro—. Y a ti también. En verdad, gracias, Nate. Nada hubiera sido posible sin tu ayuda.
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Nosotros no
RomantizmDicen que el amor lo puede todo. Soporta cualquier cosa y perdona sin límites. Yo lo amaba, y él a mí. O eso fue lo que quise creer. Se suponía que éramos felices, casi lo teníamos todo. Hasta que, de repente, todo se derrumbó. Se quebró. Tan rápid...