13. No puede estar pasando

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Cientos de cosas me pasan por la cabeza.

Pienso de todo. En miles de posibilidades.

Quizá me diga que ya llegó el momento, y tiene que irse, regresar a su vida.

Quizá le ha contado todo a sus hermanos y le han echado bronca. Seguro le han dicho te lo dije. Porque así son ellos. Nunca les agradé demasiado, siempre decían que sólo era una aprovechada que estaba buscando quedar embarazada de Nate para que me mantuviera con el patrimonio de su familia. Todo lo contrario a sus padres, quienes me trataban con mucho cariño.

O quizá él haya reconsiderado y me dirá que no está listo para hacerse cargo de su responsabilidad como padre.

Quizá me dirá que ha conocido a alguien y que prefiere guardar su distancia conmigo...

Quizá.

Quizá.

Suspira.

No parece encontrar el valor suficiente para decírmelo.

—No sé cómo reaccionarás —admite. Aparece el nerviosismo en su voz, matizando cada palabra—. Pero debes escucharlo de mí, es lo mínimo que te debo.

—Sólo dilo —le pido. Intento mantenerme tranquila, a pesar de que la duda me carcome por dentro.

Él no es de los que se van con rodeos, siempre ha sido bastante directo. Es lo que me preocupa.

Me preparo para recibir el impacto, y escuchar la peor de las posibilidades. Pero me quedo confundida con las palabras que salen de su boca:

—Nunca te ofrecí una disculpa.

Frunzo el ceño.

—¿Qué? —pregunto aturdida.

Vuelve a bajar la mirada, parece culpable. Frunce un poco el ceño.

—Por todo lo que pasó —entrelaza los dedos, sigue sin atreverse a mirarme—. Por todo lo que te hice sufrir cuando mi madre murió.

Las palabras me rebotan en la cabeza, intentando ser asimiladas.

Me cuesta bastante entenderlo al principio, porque no es lo que esperaba oír.

Era un acuerdo tácito que no volveríamos a hablar del pasado para mantener una convivencia sana. No le hace bien a ninguno de los dos.

Hablar de eso, es recordarlo todo de nuevo. Y aparece el dolor, tan fresco como una gota de sangre deslizándose de una herida abierta.

Aparecen las imágenes que quisiera poder olvidar para siempre, pero que insisten en subsistir en mi memoria y hacerme daño.

Él gritándome.

Él ignorándome.

Él portándose tan frío e indiferente.

Él engañándome con Emma...

Se atreve a mirarme. Aún me encuentro bastante aturdida como para decir algo.

—No puedo seguir fingiendo que no me siento terrible cada vez que recuerdo todo el daño que te hice —continúa, permanece serio—. Estuviste conmigo cuando nadie más lo hizo, y no merecías que te tratara de esa manera. No hay justificación para lo que te hice —se escucha atormentado—. No hay justificación para haberte engañado.

Aparece el silencio. Él me mira, como esperando que diga algo. Y como no lo hago, sigue hablando.

—Estaba tan sumido en mi enojo con la vida por haberme arrebatado a mi madre, que no vi que tú seguías conmigo. Y ahora que está Willow, me doy cuenta de que he perdido mucho. Pero también he ganado más de lo que podría pedir. Ustedes lo son todo para mí.

Nosotros noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora