Me quedo quieta, sosteniéndole la mirada. Ella también me observa. Se le ve cansada, y parece que ha estado llorando por un buen rato. Aún así, noto la manera intensa e insistente en la que brillan el odio y le resentimiento en sus ojos. Que ella se encuentre aquí, por supuesto que no puede ser bueno.
—Leah —me paso el cabello detrás de la oreja. Es un gesto inconsciente, pero que sin duda termina denotando mi nerviosismo—. ¿Qué haces aquí?
—¿Cómo puedes ser tan cínica? —pregunta furiosa—. ¿Por qué no dejas tu papel de ingenua por un segundo?
Por supuesto que no será amable. Tampoco lo seré.
—¿Qué haces aquí? —repito. Esta vez, con voz más firme.
—Me robaste a mi prometido —brama furiosa, a pesar de que no responde mi pregunta—. Todo este tiempo fingiste que él no te interesaba... ¡Cuando en realidad te estabas acostando a escondidas con él, y lo chantajeabas diciéndole que ibas a alejarlo de su hija!
—Quizá deberías gritar más fuerte —frunzo el ceño—. Para que así la señora Allen consiga escucharte y corra el rumor al resto del pueblo.
Me empuja, obligándome a retroceder. Y se mete a la casa, perdiendo los estribos.
—¡Me dejó por tu culpa! —grita—. ¡Me engañó por tu culpa! ¡Los dos me vieron la cara! ¿Cómo pudiste hacerme esto a pesar de que siempre me porté bien contigo? ¡Te traté como a una hermana y me pagaste arruinándome la vida y arrebatándome al hombre que amo!
—Yo no te he quitado nada. Deja de echarme la culpa. Porque, yo sólo estaba haciéndome a un lado para que fueras feliz con Nate. Es él quien ha hecho su elección. Busca las respuestas con él, no conmigo.
—¡Me arruinaste la vida! —se exalta, y comienza a sollozar—. Yo lo amaba, más que a nada. Teníamos un futuro juntos y todo se vino abajo cuando tú apareciste. No me contestaba las llamadas —traga con amargura, se limpia las lágrimas con el dorso de la mano—. A pesar de que volé hasta California para estar con él..., ni siquiera pareció importarle. Creí que podía hacerlo cambiar de opinión. Me convencí de que conseguiría que él me quisiera tanto como yo a él. Pero, ahora entiendo que él jamás me mirará de la manera que te mira a ti. Que en realidad, jamás dejará de compararme en silencio contigo.
Se le rompe la voz.
Trago, me cruzo de brazos. Ella saca un pañuelo del bolsillo de su pantalón, y se limpia la cara.
—Creí que podía salvar la boda, pero ha sido claro con su decisión. Te quiere a ti y a la niña —vuelve el desprecio en sus ojos y su voz—. Lo dejó todo por ti, y no es justo. No es justo que puedas tener lo que yo más quiero. No con todo lo que hiciste para tenerlo y manipular a Nate. No te lo mereces.
En verdad que parece dolida. Y sé que cualquier cosa que le diga solo servirá para que me deteste aún más. Pero, aún así, decido correr el riesgo:
—Lo lamento mucho, Leah. En verdad que lamento cómo sucedieron las cosas. Y quizá no creas cuando te digo que de verdad esperaba que fueras feliz con Nate. Pero es cierto. Estaba haciéndome a un lado, para que pudieras vivir tu sueño. Siempre te he protegido, y de verdad me preocupaba por ti. Pero, cuando te metiste con la custodia de mi hija, comprendí que no te interesa nadie más que tú misma. Solo te importa tu propio bienestar, sin importar a quien te llevas de paso.
Se acerca, con el odio aún impreso en sus ojos.
—¿En verdad sientes haber dormido con mi prometido? —traga—. Deja de ser tan hipócrita. ¿Quieres? Siempre tuviste celos de mí. Y lo sé, no has resistido verme feliz con Nate. No has resistido seguir siendo miserable y quisiste hacerme miserable a mí también. No soportaste ver que yo era feliz. No soportaste ver que tu vida era una basura, que estaba lejos de ser lo que alguna vez quisiste. Estabas sola, con una niña. Sin nadie que te amara.
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Nosotros no
RomanceDicen que el amor lo puede todo. Soporta cualquier cosa y perdona sin límites. Yo lo amaba, y él a mí. O eso fue lo que quise creer. Se suponía que éramos felices, casi lo teníamos todo. Hasta que, de repente, todo se derrumbó. Se quebró. Tan rápid...