This Is How I Disappear

58 11 7
                                    

Los segundos se hacían eternos, o quizá todo enfermero o médico del hospital estaba sordo a ese punto. Pero Gerard tardó lo que parecían siglos riendo, su locura había incrementando con la huida de su hermano menor.

Las carcajadas no cesaron.

Sin embargo, su percepción del tiempo sí era más lenta, porque en cuanto los médicos vieron a Mikey correr por el pasillo y escucharon el escándalo que ofrecía el peliblanco acudieron de inmediato hacia la habitación.

El artista seguía sin poder parar, en ese momento sentía una extraña diversión venir del fondo de su ser, estaba viviendo en un chiste, ¿Por qué no reirse de ello?

El doctor Armstrong ya había llegado a la sala, y le indicaba a las enfermeras que necesitaba una dosis de sedante.

Por otra parte, mientras las luces se hacían irregulares el peliblanco sonreía viendo unos últimos destellos, tratando de ignorar a su medico, su mente vagaba en el pensamiento de que cada segundo que había vivido en su vida era una broma de mal gusto, que gracias a Dios el diagnóstico decía que se cumpliría pronto... Se terminaría pronto.

Su sonrisa no se borró del todo para cuando quedó inconsciente sobre la camilla.

Cuando una persona se encuentra en este estado, no es totalmente consciente del lapso de tiempo que se permanece así. Lo único que sabía Gerard es que cuando Mikey se fue eran quizá las 5 de la tarde, y que cuando abrió de nuevo sus ojos, el diminuto espacio por el cual podía observar el cielo, estaba totalmente oscuro.

Era bastante tarde, y sentía su cabeza a reventar, quizá era el medicamento... O quizá era por los leves golpes que alguien daba hacia la puerta.

El peliblanco suspiró y se giró bruscamente, dándole la espalda a la puerta y cubriéndose con su manta para evitar que su "visita" insistiese en querer entrar.

Permaneció en silencio un corto momento, porque la puerta se abrió de par en par tan rápido que golpeó la pared, provocando un ruido que disgustó de inmediato a Gerard, lo que hizo que reaccionara girando rápidamente su cabeza hacia el sonido.

Allí se encontraba la mujer más preciosa de la faz de la tierra, aunque quizás estaba exagerando, pero para él, ella era su mundo.

Sus ojos fueron directamente hacia su largo cabello negro, el cual era tan fino que incluso desde la camilla podía ver como caía sobre sus hombros con libertad, aunque al mismo tiempo algo desordenado, como si hubiese estado haciendo algún tipo de ejercicio, o quizá simplemente corriendo, lo que no tenía sentido ya que ella se mostraba muy elegante, su prenda principal era un vestido rojo cereza de una marca que a simple vista se veía fina, lo complementaba con unos tacones negros y un bolso del mismo tono.

En su interior, a Gerard le hubiese gustado saber que su novia se había vestido así para él. Sin embargo esto no era posible, él no lo creía posible, y mucho menos en las condiciones hospitalarias en las que se encontraba.

—Lynz... —optó por empezar la conversación—. Benditos son mis ojos al poder verte de nuevo, estuve pensando en ti los últimos días...

Ella cortó en seco su saludo de bienvenida y con una mala expresión respondió de inmediato:

—¿Qué demonios ocurre contigo?

Gerard sonrió ante sus palabras, suponiendo que había decidido implementar el sarcasmo en su saludo.

—¿Te refieres a...? Bueno, podríamos decir que tengo este tubito porque estoy muy enfermo, entonces...

—Arthur.

THE ENDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora