House Of Wolves

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—¿Me dirás que no me amas como lo hacias ayer? —repitió.

Gerard tragó grueso analizando con profundidad las palabras del menor. Aguardando por una respuesta adecuada.

—Mierda —murmuró Frank girándose hacia el peliblanco y observándolo a los ojos—. Dices que te aceptas porque "sabes quién eres" ¡Gerard, entonces ten las agallas de decirme que no me amas!

Sé algo sobre actos de contrición
Porque tenía suficiente de sobra
Y te concederé la autorización
Porque de falta de oración obras

No te amo como lo hice ayer —pensó que aquello haría que su acompañante se mantuviera sin molestar, pero sabría que nada calmaría el ansia de Frank Iero por tratar de "ayudarlo"—. Y basta ya del tema —añadió—, algún día deberías dejar de hacer estas cosas con personas a quienes no conoces.

—¿Oh, ahora no te conozco? —le respondió de inmediato—. ¿Qué tan seguro te encuentras de esta afirmación? Yo creía que te conocía incluso más que la pelinegra con la que ibas a Moto Pop...

—¡Cállate! —replicó exaltado, tomando la sábana que lo cubría para sentir que aún tenía poder sobre algo, aunque fuese insignificante.

—Cállame entonces, sabes hacerlo perfectamente...

Su voz incitaba a una acción indebida, pero Gerard estaba cegado por la luz de quién lo observaba desde arriba.

Oh cielo, salvame.

—Frank Iero, estoy harto de tus provocaciones. Deberías tomar en cuenta la opción de orar, quizá te ayude a aclarar tus pensamientos y así poder arrepentirte de forma correcta en tu futuro.

—¿Arrepentimiento? ¿Oraciones? —musitó Frank con aturdimiento— te lo he dicho casi un millar de veces, Way; debes aprender a separar un texto de tus ideales y pensamientos.

El aludido se cruzó de brazos con el entrecejo fruncido.

—No debo separarlos porque es lo que nuestro Señor ha impregnado en las sagradas escrituras y con ello en mis "ideales", Iero. Que tu postura sea profana no quiere decir que todos debamos "liberarnos" tal y como tú lo consideras.

Frank suspiró acercándose a la camilla, observando con cada paso los ojos del mayor.

—¿Entonces por qué te veo peleando con tu propia mente postrado en la cama de un hospital?

—¡Porque he pecado! —levantó la voz colocándose en pie, logrando que el castaño se detuviera—. Y terminaré en el infierno, pero al menos no seré el único en hacerlo en esta habitación.

—¿Y aquellos que viven la buena vida y solo hacen cosas terribles? Ellos han pecado con peores acciones que tú y se encuentran en mansiones, aviones privados...

Gerard lo interrumpió de inmediato.

—En algún momento tendrán que ajustar sus cuentas con el Señor. Frank, no entiendes cómo funciona... pero tampoco haces el mínimo esfuerzo por entenderlo, y no me desgastaré en eso de nuevo contigo —masculló enojado en dirección al baño.

La simple figura del castaño a su alrededor abrumaba sus sentidos y aclamaba ser vista por él. Amaba que sus manos recorrieran su cabello y bajaran lentamente en un tortuoso recorrido por su cuerpo. Pero su ser racional le impedía si quiera pensarlo...

Cielo, salvame.
He pecado... ¡He PE-C-A-D-O!

—Como desees —murmuró apoyándose en el marco de la puerta después de que Gerard ingresara al baño—. Mira, por lo visto ya cansaste a todos a tu alrededor y de momento soy tu compañero en este bendito lugar, entonces quizá tendrás que aguantarme por el resto de tu existencia, porque no puedo dejarte solo en tu lecho de muerte...

—Iero, no es necesario que te quedes aquí, haré que te cambien de habitación o aún mejor, podría lograr que te veten del hospital.

—Existen más hospitales. Estás demasiado sensible, ¿cuánta morfina te prescriben como medicación?

—Oh cállate, espero que tus malditos dolores de estómago esta vez no sean graves, así podrás volver a la universidad y poner a algún chico del coro a tu alrededor otra vez... —murmuró—. Ya sabes ¡Es un cumplido! Lo juro...
debido a tu condición...

—Sí, los muchachos del coro eran guapos, en especial uno pelirrojo... —mencionó en un tono casual mientras se posicionaba junto al peliblanco en frente al espejo del baño—. Muy lindo, por cierto.

—Ve a tu camilla.

El castaño le sonrió por el reflejo antes de girarse hacia el mayor. Le tocó el hombro y, al ver que el contrario no se alejaba tomó confianza y dejó allí su mano.

—Al menos dame un beso para callarme. Por los viejos tiempos... —agarró con emoción el cuerpo del contrario mientras se acercaba a él. El mayor sentía la respiración relajada del contrario cerca de la zona del oído.

Alguien racional pensaría que el guitarrista se acercaba a presionar su mejilla con sus labios, pero Gerard Way no era a plenitud esa clase de persona.

Oh cielo, salvame.

Su mente vagó hacía el juramento de vida que le había realizado a Dios días atrás; no podía caer en la tentación de hacerlo...

Cielo, salvame.

Con la poca fuerza que su cuerpo poseía empujó a Frank hacia la pared y huyó lo más rápido posible del cuarto de baño.

Solo logró dar un paso correctamente pues su inestabilidad le impidió llegar más lejos. Sus piernas no podían soportar el peso de su cuerpo y al dar el siguiente cayó al suelo.

Sentía como su garganta ardía cada vez que el aire trataba de trazar el camino hacía sus pulmones, estaba seca en su totalidad y necesitaba de hidratación, pero Gerard nunca lograría buscar aquel deseado vaso de agua porque estaba cegado ante el pensamiento de que había llegado el momento de su partida.

Quizá los labios de Frank no cumplieron la promesa que el peliblanco había realizado con Dios, ya que no chocaron con los propios, pero la falta de oxígeno era una gran pista sobre lo cerca que había estado.

Salvame.

De repente sintió calor en su torso, estaba concentrado en dos puntos específicos del tamaño de un par de manos. Segundos después se dio cuenta que el castaño estaba tratando de ayudarlo a ponerse de pie.

Pero para Gerard ese esfuerzo era en vano, era un peso muerto agonizando al borde de la muerte, listo para ser juzgado y enviado al infierno donde se supone que debía de llegar.

Sin embargo, el contrario no se detuvo aún siendo consciente de la falta de voluntad del artista por ponerse en pie, incluso empezó a gritar algo inteligible, para él eran palabras sin sentido aunque en realidad estuviese llamando al personal del hospital que se encontraba en el piso.

Sin entender cómo, terminó de nuevo recostado en la camilla, sólo que ahora Frank estaba fuera de la habitación corriendo y rogando ayuda como si su energía fuese inagotable.

Entonces mientras el menor estaba ausente, el peliblanco volvió a sentirse en el infierno. Sólo estaba recostado, pero ya no dolía únicamente su garganta, ahora sentía agujas clavándose en cada poro de su cuerpo y no tenía idea alguna de qué podía hacer al respecto para dejar de colgar del hilo de la vida.

En cuestión de lo que parecían horas en ese estado de sufrimiento permanente, ingresó el equipo médico del hospital seguido del guitarrista. Gerard sabía que en realidad lo máximo que pudo haber transcurrido eran 5 minutos, pero su cuerpo lo estaba castigando a modo de mandato divino, porque era consciente que los recién llegados no podrían hacer nada si el destino decidió llevárselo al más allá ese mismo día.

THE ENDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora