The Sharpest Lives

44 10 11
                                    

— Gerard, por favor —suplicó el hombre — me vas a obligar a pedirte de nuevo el cuaderno que te presté.

El peliblanco llevaba poco más de quince minutos con el cuaderno en sus manos, haciendo bocetos aleatorios mientras trataba de ignorar al otro hombre.

Lo empezaba a desesperar, él era muy insistente. Y de no ser porque Elena se lo pidió, ya lo habría echado de la habitación.

—¿Joven Way?

—¿Me repite la pregunta? —trató de verlo con expresión interesada.

No le importaba. Solo quería el cuaderno de bocetos, podría distraerse un poco en su estancia en el mundo de los vivos.

—Bueno, te preguntaba sobre la amiga que me mencionó tu abuela Elena, ¿Linsey?

—Lindsay —corrigió de inmediato. No quería hablar de ella, aún su cerebro estaba procesando lo que había ocurrido la noche anterior.

Había cometido un error, de repente él lucio interesado ante su actitud al haber corregido su nombre.

Diablos, odiaba a los psicólogos.

—Si, ella —agregó el joven intentando lograr que el peliblanco continuase hablando.

No lo haría, estaba harto de Raymond Toro, quería que se fuera, pero Elena lo contrató para sesiones de hora y media diarias.

Entonces su mente y espíritu volvió a su cuaderno de bocetos, tratando de hacer de forma rápida un ojo.

—¿Qué estás bocetando? — trató de nuevo el psicólogo — Tu abuela tenía razón, dibujas increible, ¿Es eso un ojo?

—Si, es un ojo.

—¿De quién es ese ojo?

Desearía haberlo ignorado, no escuchar su maldita voz y estar tranquilo.

No pensaba a menudo en dibujar a alguien en específico, pero todos sus dibujos llegaban al mismo punto.

Oh cielo, ayudame.

—Nadie en específico —respondió entre dientes.

—¿Estás seguro? — cuestionó mientras revisaba algo en su propio cuaderno.

Era tan desesperante ver como lo estaba analizando, ver como tomaba notas sobre sus acciones, sobre sus respuestas...

—Vete —respondió sin pensarlo.

Eso solo logró que el lápiz de Ray volará sobre su hoja.

—No —respondió de forma tranquila después de haber terminado — aún nos queda media hora de sesión.

—Mi abuela no sabrá por mi, que te fuiste más temprano.

—Pero no es justo que te paguen por algo que no hiciste —replicó el castaño —. Sé que mi presencia te puede hacer sentir sofocado, —continuó de forma pausada, eligiendo sabiamente sus palabras — ¿crees que estoy aquí por qué creen que estás loco?

Oh cielo, ayudame.

—No estoy loco doctor Toro.

—Entonces dejame ayudarte —Dijo de inmediato al ver que el artista le había respondido con sinceridad —. Vamos a demostrarles que estás muy bien, ¿Crees que es una buena idea?

—¿Y como demonios piensas hacerlo?

—Hablando —respondió con una sonrisa —. Uno es igual a cuatro.

Aquella frase... El peliblanco frunció el ceño de inmediato y observó al rizado de forma nerviosa.

No recordaba el por qué, pero aquello lo ponía de los nervios.

THE ENDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora