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"Todos los seres humanos, tal como los conocemos, son una mezcla del bien y del mal".

Robert Louis Stevenson 

Terry llegó al hospital casi al despuntar el alba. Vestido de luto cerrado, preguntó primero por su hijo en el puesto de enfermeras. La mujer que la noche anterior había sido muy dura con él, esta vez había suavizado sus modales y también las expresiones de su rostro, le dio información sobre él y lo acompañó hasta el retén. El actor, vio a través del vidrio a los bebés recién nacidos que como el suyo dormían de forma tranquila, solo una bebita lloraba lejos de la cuna de Federico. Pidió a la enfermera cargarlo un momento, lo necesitaba antes de enfrentarse al papeleo para el retiro del cuerpo de Susana y todo lo que a continuación seguía, ser trasladada al servicio funerario y planear el sepelio. Tener al pequeño entre sus brazos los recargó de energías, y renovó sus fuerzas.

Minutos después, lo devolvió a la enfermera y se encaminó también con ella a la morgue del hospital, allí también le permitieron ver el cuerpo de su esposa, para que si así lo deseaba despedirse de ella. Y así lo hizo, entró a la sala temblando de pies a cabeza, totalmente descompuesto, la miró por unos segundos luego de que la destaparan y se despidió de ella con un beso en la frente. Salió del lugar sobrepasado por las emociones, debilitado, tanto que necesitó sostenerse de una pared para mantenerse en pie. No lo soportó más y recargó su frente contra esta misma pared y se permitió llorar aprovechando que se encontraba completamente solo. Fue liberador, esas lágrimas descargaron un importante peso desde sus hombros, de forma física y desde su corazón de forma espiritual. No solo la estaba dejando ir, con las consecuencias naturales de esa liberación, también hacía un ejercicio de aceptación de la realidad que ahora enfrentaba. Liberar fue importante para poder seguir adelante, tomando las decisiones ahora con cabeza fría, tal como el momento lo exigía.

Casi a media mañana, firmaba el último papel, el que le daba el consentimiento del hospital y del médico infantil de llevarse a Federico a casa con él. A las once de la mañana del 12 de enero, salía Terry Grandchester con su primogénito en brazos rumbo a un destino incierto, con la única seguridad de que ese pequeñito era desde ahora su sola responsabilidad, y no, aunque no sabía si iba a lograrlo tenía el firme deseo de convertirse en el mejor padre para él. Pidió un taxi porque no había llevado su auto. Antes de dar unos pasos a la calle, se aseguró de que Federico estuviese bien abrigado. Fue para él un gesto instintivo. Y recordó que la nana inglesa que lo cuidaba en Londres lo hacía todo el tiempo, cuidar de que estuviese bien abrigado cuando lo sacaba a dar paseos por el parque en el invierno. Antes de salir del recinto Terry requirió información sobre un servicio de enfermeras que externas para contratar, y después de una llamada contaría con una en su casa desde esa misma tarde. Mientras tanto, fue la ama de llaves y la mucama de Susana quienes se encargaron del bebé apenas entraron. Las mujeres ya habían alistado todo en la habitación que la madre preparó con abnegación durante los últimos meses de embarazo. Terry mandó a instalar además una cama, para la enfermera que comenzaría a cuidarlo 24 horas. Aprovechó de que el pequeño luego de tomar un biberón se quedó dormido, y se fue hasta su propia habitación. Durante el interín en el hospital recibió una carta de Susana, la había escrito la noche anterior luego de que él se marchara, posiblemente antes de morir.

Se sentó en un sillón donde ella siempre estaba sentada, uno que colocaron viendo directamente a la ventana, vivían en un barrio residencial cerca del parque central, así que tenían desde allí una linda vista, una que ella disfrutaba mientras leía, escribía o simplemente descansaba. Terry rasgó el sobre con algo de nerviosismo, en verdad las manos le temblaban. Tomó aire, respiró profundo y se dispuso a leer:

Querido Terry:

Sí, cuando leas esta carta ya no estaré, ya me habré ido, y créeme me duele mucho más que a ti. Dejarlos así me rompe el corazón, y antes de que puedas leer lo que tengo que decir, quiero que le des de mi parte un beso a Federico Arturo, que le digas cuanto lo ame.

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora