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"...quizá, las almas de las personas pueden provenir del mismo lugar"

Keiko Nagita

Federico, además, de un niño frágil demostraba ser uno muy tímido. Algo que había confirmado en casa de los Cornwell durante la tarde de juegos. Así que a Candy le preocupaba un poco que el pequeño se sintiese abrumado y hasta intimidado en el Hogar de Pony, los niños allí eran enérgicos, vivaces y traviesos. Les encantaba recibir visitas y éstos eran colmados con demostraciones de alegría y cariño.

A medida que el auto que los llevó desde la estación de trenes se acercaba al hogar, Candy llenaba a Terry de advertencias, disculpándose anticipadamente por lo que ella predecía sería el comportamiento de todos en Pony, de los niños, de las madres. Conocía perfectamente la naturaleza arisca del inglés, y por eso lo preparaba.

-Por la hora los niños más pequeños deben estar en clases con la señorita Pony, y los más grandes en la escuela. Todos son efusivos y ruidosos, armarán un alboroto cando descubran que he regresado, sobre todo porque siempre traigo obsequios y golosinas que Albert envía... ahora tú has comprado tal cantidad de cosas para ellos. Estarán felices y por otro lado debes estar tranquilo recibirán a Federico con los brazos abiertos, todos son niños muy buenos.

-¿Candy en verdad no seremos una carga para ustedes? Por lo que me has contado son casi veinte niños, no quiero ser inoportuno. Debe haber un lugar donde pueda alojarme en el pueblo. No quiero estorbar.

-De ningún modo, mis madres no permitirán que te alojes en otro lugar. Tenemos una habitación de huéspedes, es algo muy sencillo, no el lujo de la casa de los Ardlay, pero estarán cómodos allí. Federico puede dormir en uno de los cuartos de los infantes, pero pondremos una cuna en la habitación para que este contigo. No serás para nada una molestia, las madres te recibirán con generosidad y estarán felices con tu visita y de poder apoyarte. ¡Llegamos!

Terry fue el primero en apearse para poder bajar el equipaje con la ayuda del chófer. Candy lo hizo enseguida, no sin antes asegurarse de que Federico estuviese bien abrigado, con su gorrito y bufanda bien puestos para evitar un resfriado. Por una de las ventanas la hermana María se percató de la llegada de Candy y su invitado, fue velozmente a darle la buena nueva a la señorita Pony, continuó hasta la puerta para recibirlos, antes pidió ayuda extra a algunos de los chicos para llevar el equipaje y paquetes hasta dentro de la casa. Terry observaba con detenimiento y algo de nostalgia la gran casona, en un intento por refrescar los recuerdos de su primera visita. De eso habían pasado un poco más de siete años.

La religiosa estuvo pronto con ellos, y se dirigió primero a Candy para saludar y conocer al pequeño Federico.

- ¡Bienvenida hija! Que hermoso bebé nos has traído, dámelo yo lo sostendré para que puedas ayudar al señor Grandchester con el equipaje.

Al ver la escena, Terry tomó la iniciativa de acercarse, de forma espontánea para también saludar.

-Buenos días hermana.

-Buenos días señor Grandchester sean bienvenidos al Hogar de Pony. Lamento su pérdida, reciba mi más sentido pésame - dijo refiriéndose a la muerte de Susana.

-Gracias hermana, pero por favor soy Terry para ustedes. Él es Federico Arturo -él miró a su hijo con ternura -hermana no quiero causarles molestias, pero Candy se empeñó en que podíamos alojarnos aquí mientras.

-De qué molestias hablas hijo. Ambos son bienvenidos. Todo está listo en su habitación, mire ahí viene la señorita Pony.

Candy aprovechó un momento de distracción de la hermana y antes de que llegara la señorita Pony hasta donde se encontraban para susurrarle:

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora