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"Me basta mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma"

Julio Cortázar  

El asunto de Lavinia Scott y sus malas intenciones quedaron totalmente saldadas cuando Terry regresó a Stratford para reunirse con Robert con el objetivo de ver los detalles del contrato de la gira por Londres y París. Aprovechando que muchos de los miembros de la compañía, incluyendo a la actriz, estaban reunidos. Con el ejemplar del Times en mano (donde fueron publicadas sus declaraciones) se dirigió a sus colegas actores.

—Quiero aclararle a todos que lo que se ha publicado en el Times es la única y verdadera versión de mi supuesta relación con Lavinia ¿No es cierto Lavinia? —dijo mirando directamente a la mujer — sí, estoy en una relación que no deseo ocultar, pero por respeto a la mujer que quiero convertir pronto en mi esposa no hablaré de ello, más que dejar claro que en consecuencia no hay ni habrá nada con ninguna otra mujer del medio artístico. Espero que esto sirva para cesar los rumores y que no se hable más del tema.

Acto seguido, el actor le pidió a su director si podían tener una reunión en privado, y ambos hombres se retiraron al despacho de Hathaway. A solas Robert comenzó la conversación elogiando la audacia de Terry y ese inusual comportamiento, siendo él un hombre tan reservado.

—¿Regresas a Chicago? —preguntó Robert.

—Sí, esta misma tarde tomo el tren para reunirme con mi hijo y con Candy —le informó Terry ajustándose el saco y cruzando las piernas para ponerse cómodo.

—¿Qué haremos con la gira, ¿Qué decidiste al respecto? —aquella era la mayor preocupación de Hathaway.

—Tú que crees de los términos, aceptaré los términos si a ti te parecen justos, pero te daré una respuesta en unos días, como te dije antes tengo que conversarlo con ella primero...

—Los términos son generosos, ganarás mucho dinero con esta gira y Wright ha incluido todos tus pedidos así que creo que es un trato que está listo para ser cerrado.

—Entonces acordemos algo. Te llamaré apenas tenga una respuesta, prometo no hacerte esperar ni hacer esperar a Wright solo necesito tres días. En tres días te daré una respuesta.

—Me parece bien —Robert se inclinó y como si cerraran una promesa le extendió su mano a Terry para estrecharlas —Terry sabes que te deseo toda la suerte del mundo hijo, espero que esa muchacha se convierta en tu esposa pronto y tengas un buen matrimonio.

—Gracias Robert.

—Ahora sal de aquí no querrás perder tu tren, espero tu llamada.

Antes de volver al hogar de Pony, Terry hizo una parada en Chicago con la firme intención de sostener una conversación con Albert. En el taxi que lo trasladaba desde la estación a las oficinas del magnate él lucia meditativo. Aquel estado era uno permanente en él, esos últimos días. Antes de salir de Nueva York llamó a Candy, pero no le dijo que ya se dirigía al hogar, quería tomarla por sorpresa. Ella sonaba más cariñosa y tranquila, por lo que dedujo que las declaraciones dadas al Times habían surtido su efecto y seguramente algo de aquella noticia se había publicado en el Chicago Express.

Se sentía algo fatigado, pero era producto del cansancio. Antes del tomar el 20th Century Limited, había conducido a Nueva Jersey ida y vuelta para conocer la casa que finalmente compró para Candy. Era una bella propiedad de dos plantas con cinco amplias habitaciones, un living y comedor también amplios e iluminados, con cocina moderna, y todas las comodidades que esperaba conseguir en el inmueble que imaginó ideal para ellos. Cerró la compra sin necesitar meditarlo más, apenas la recorrió se convenció de que sería del agrado de Candy tanto como lo fue para él. También había tenido que lidiar con la mudanza de sus cosas a la casa de su madre y todo lo relacionado con la desocupación del departamento. Habían sido para Terry no solo tres semanas de mucho trabajo también de particulares tensiones emocionales y ese bajar y subir a trenes para ir de una ciudad a otra, que ciertamente ya era una costumbre para él, pero que no dejaba de ser agotador. Trató de dormir en el trayecto desde NY hasta Chicago, sin embargo, estaba ansioso y aunque trataba de controlar esta ansiedad que le provocaba querer llegar lo antes posible para reencontrarse con ellos no lo lograba. Los extrañaba a Federico y a su pecosa como nunca antes pudo extrañar a alguien. Solo recordar la tierna imagen de ambos juntos despidiéndose de él en las puertas del hogar le provocaba un nudo en el estómago. Falta poco Terry, falta poco... pronto estarás con ella, y esta vez para siempre... se repitió a sí mismo una y otra vez. Podía imaginarlo claramente, ella, su Candy sentada en su sillón favorito de la estancia del hogar y Federico a sus pies jugando. Solo de verla en su mente se emocionaba hasta el estremecimiento. Cerraba sus ojos y podía verla perfectamente hermosa, con sus resplandecientes esmeraldas brillando con la luz del sol el ensortijado y suave cabello de ese color tan particular, rubio y rojizo la vez, y las mejillas sonrojadas inundadas de sus adorables pecas, incluso podía percibir su olor a jazmín, y rosas silvestres. Esa esencia tan atrayente que emanaba su tersa y nívea piel.

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora