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Advertencia: contenido sexual explícito.

"De nadie seré, sólo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir".}

Pablo Neruda  

La boda se celebró un mes después en Lakewood, tal como Albert lo había propuesto. La llegada de Eleanor Baker desde Los Ángeles confirmó a todos los rumores que Candy nunca había desmentido ni aclarado. Que la experimentada y bella actriz de películas era la verdadera madre de Terry. Y aunque no hubo tiempo para preparar una fastuosa fiesta, como pretendió organizar la Tía Abuela Elroy, la ceremonia y la fiesta que se organizó, no dejaron de ser de los estándares de una digna heredera de los Ardlay.

Candy y Annie apenas tuvieron tiempo de planificar todo, la compra del vestido, el acto religioso, el banquete, los invitados. Porque bastaba con las personas más cercanas a la familia para que se convirtiera en un convite con al menos cincuenta personas. Por regla social, Albert se vio forzado en invitar a miembros importantes del clan. Lo que incluyó a los Legan. A quienes Candy ya sabía manejar desde hacía tiempo. Durante la boda fueron ignorados por los novios, y los malévolos hermanos no se vieron más que arrinconados en el gran salón de la mansión muertos de aburrimiento.

La pareja se dedicó a departir con quienes verdaderamente eran importantes para ellos, los miembros del Hogar de Pony, Tom, Patricia que felizmente pudo asistir, y el pequeño círculo más íntimo que incluía a Albert y los Cornwell. E incluso la Tía Abuela no dejó de mostrarse más que cortés, ya que veía en la unión de Candy con Terry (un heredero de la nobleza inglesa) un matrimonio más que ventajoso para toda la familia.

Cuando avanzó la fiesta, Terry vio el momento propicio para escapar del bullicio y y de los invitados. Se acercó a ella y al oído le dijo que era tiempo de escapar juntos a la habitación. Es hora de estar solos, hay muchas personas aquí y muero por besarte. El cuerpo de Candy se movía con nervosismo, se acercó a él temblando. Terry la recibió con la mano extendida para que ella estrechara la suya y entrelazándolas, comenzaron a caminar rumbo a las escaleras, escabulléndose de todos. Mientras subían el besó el dorso de su mano, también se sentía inquieto, agitado.

El novio se vio libre de la molestia que supondría quitarle a Candy el vestido de novia. Ella ya se había colocado un segundo vestido cuando estuvo bien avanzada la celebración.

Terry estaba ansioso por enseñarle las delicias del amor y lo medios para conseguir el placer y el deleite que el sexo otorgaba. Sabía que tenía ante sí a una mujer virtuosa, que era su primera vez, una nobel amante. Planeó hacerlo todo con ternura. Imaginó y anhelo por mucho tiempo disfrutar de tales placeres con ella, a quien amaba en profundidad infinita. A quien deseaba con ardor.

Candy estaba por primera vez callada, temblaba de miedo ante lo desconocido. Un río de pasión los atravesaba. Aquella noche en esa habitación era la culminación de una injusta separación. Le dirían adiós al dolor y sería el inicio de la una hermosa primavera. Ella era toda frescura e inocencia diáfanas. Terry se sentía honrado de tenerla como su esposa, ella expresaba un candor peculiar.

—Amor debes saber que no te haré daño... Seré muy delicado, tú puedes decirme si en algún momento quieres que pare, si algo te incomoda...

— Está bien — apenas mascullo ella.

— Voy a quitarme la ropa. Te lo pediría, que seas tú quien me la quite, pero sé que estás asustada... Yo te conduciré, confía en mí... Solo te amaré tan dulcemente cómo pueda hacerlo —le dijo Terry mientras desabotonaba su camisa y descubría su torso.

Tomó la mano temblorosa de ella y la llevó hasta la cama, él se sentó y ella estaba parada frente a él. Metió las manos por debajo del vestido, acariciando sus piernas, sus muslos, lo retiró pasándolo por encima de sus brazos, ella ahora estaba en enaguas. Él le levantó contemplándola. Sonriéndole, retiro el cabello de su nuca, y comenzó a besarla subiendo despacio hasta el oído.

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora