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"Todos los corazones cantan una canción incompleta hasta que otro corazón responde con un susurro"

Platón

Bajo un cielo opalino ellos disfrutan de su contacto, de ese contacto sutil que les ha permitido cabalgar juntos por el campo en ese atardecer invernal, que exhibe colores naranjas, por encima de un azul intenso. Hay colinas verdes bañadas por la nieve, y otras totalmente ocultas, desde el bosque llega el olor a robles y pinos. Ellos van en silencio, disfrutan del lenguaje de la naturaleza y del lenguaje de su cuerpo. Candy solo puede pensar en que nada es un sueño, pero que lo es a la vez porque lo creyó perdido y él ha regresado a su lado con intenciones de amarla: Él está aquí, con un abrazo que es fuego ardiente en el invierno de mi alma, dejándome sentir una calidez que envuelve mi corazón. Me has dejado oír de nuevo tu voz, melodía suave y profunda, tus palabras me arrullan como sonetos dulces y nostálgicos. He visto de nuevo tu sonrisa amor mío.

Para él también todo es como un sueño: por cuanto tiempo he esperado este momento Candy, de que estemos así, percibiendo tu aroma. Yo probando una vez más tus dulces labios, bebiendo de ti, de tu alegría de tu ternura casi infantil.

Después de mucho vuelven a estar solos, a pesar de que comienza a hacer cada vez más frio Terry no quiere regresar, pero lo hace pensando en ella, porque percibe su cabello helado, sus manos están frías, no salieron preparados para estar mucho tiempo afuera. Cuando regresan al establo, siguen en silencio, apenas unas palabras, las necesarias mientras devuelven a César a la caballeriza. Cleopatra también se alegra de verlos y comienza a relinchar.

—Candy, sabías que los caballos tienen la capacidad de reconocer a sus dueños, aún después de mucho tiempo sin verlos. Los reconocen por las voces, el olor, incluso hasta por el tacto... y hasta pueden diferenciar entre las personas que han sido cercanos o no. Pueden recordar las interacciones que tuvieron, positivas o negativas.

—Ahora que lo dices, tuve esa sensación cuando Georges los trajo. Sentí que me habían reconocido después de tantos años... fue un milagro que los recuperaran, y juntos.

—A veces extraño a Teodora...

—Oh Terry claro que debes extrañarla, era tu compañera en el colegio. Sé que la amabas...

Terry se quedó pensativo mientras peinaba a César y Candy se acercaba a Cleopatra que no había dejado de llamar su atención, moviéndose y comenzando a vibrar los ollares. Terry se percató de inmediato y también se acercó al animal para peinarla también a ella, ambos equinos se mostraron mansos con él, cuando terminaron de darle agua a ambos, buscaron un lugar donde sentarse. Él uso la manta que tenían sobre el lomo de César, y la colocó en un rincón y allí se recostaron, Candy descansó el peso de su cuerpo sobre Terry, con los ojos cerrados él disfrutó plenamente de ese contacto de ella sobre su pecho, las caricias de las hebras de sus cabellos en su cuello... suspirando embriagado por su cercanía.

—Creo que nunca estuvimos así en el pasado —dijo él quedamente.

—No, siempre nos sentábamos muy cerca uno del otro ¿lo recuerdas? En la falsa colina, en Escocia frente al lago, en las lecciones de piano...

—No debía ser tan caballero, debí aprovecharme de ti —Terry soltó una carcajada.

—¡Terry Grandchester! Jamás te lo hubiese permitido.

Terry la abrazo con fuerza, y colocó su mentón sobre el hombro de Candy, en esa posición podía percibir su olor, el roce de las pieles.

—Te extrañe mucho y por mucho tiempo —le confesó mientras depositaba un beso en el cuello.

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora