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No es lo que decimos o pensamos lo que nos define, sino lo que hacemos.

Jane Austen  

Terry era un hombre circunspecto con la prensa, pero lo que estaba a punto de hacer bien valía la pena por ella. Por primera vez hablaría de forma voluntaria con un periodista sobre su vida personal, y lo haría para aclararle y dejar asentado de forma firme que no tenía ninguna relación con Lavinia Scott ni pretendía tenerla. Peter McCullers lo atendió de inmediato, aquello era algo demasiado inusual para hacerlo esperar. Terence Graham un hombre esquivo con la prensa, estaba en la antesala de la redacción.

—Vaya esta es una verdadera sorpresa —dijo McCullers sin poder esconder su sobresaltado ánimo al tener a Terry allí frente a él, sin tener que perseguirlo como era la costumbre.

—Espero no importunarlo —le contestó Terry mientras se estrechaban las manos.

—De ningún modo, al contrario. Pero por favor acompáñeme a mi cubículo. Graham usted no es el actor más sociable de Broadway, que lo trae por aquí —le dijo el editor mientras tomaban asiento —antes que nada, quiere un café.

—Estoy bien Peter —Terry apoyó su brazo sobre el escritorio de McCullers y descansó su mentón sobre su mano — Vera. —luego se frotó la frente —Compartiré con usted información muy personal y no es algo que sea ni de mi agrado ni fácil de hacer... iré al grano. No tengo ni tendré una relación amorosa con Lavinia Scott ni con ninguna otra mujer del medio. Son solo rumores que se han generado no sé por quien o quienes. Así que espero cesen de ser publicados.

—Por qué le preocupan los rumores... es decir, ¿está usted en una relación fuera del medio? también me andaré sin rodeos señor Graham, si usted está aquí acallando los chismes es por alguien importante para usted a quien seguramente le han afectado estos dichos o me equivoco, de otro modo, no me explico porque ha venido usted personalmente a desmentirlos.

Terry se quedó pensativo, evaluaba en su mente que tanto quería dejarle saber a McCullers sobre su relación con Candy, o al menos sobre sus intenciones de rehacer su vida amorosa con ella, lo que incluía hacerla su esposa.

—Usted quedó viudo hace más de un año —continuó hablando Peter —nadie lo juzgaría por querer estar en una relación amorosa señor Graham.

—Pero no la tengo con Lavinia Scott —confesó finalmente el actor —Por respeto a la señorita a la que pretendo solo diré que sí, existe una mujer con quien anhelo rehacer mi vida, pero no revelaré su identidad, al menos no por ahora... y por respeto a ella quiero que los rumores cesen.

—¡Guaooo es esta una primicia! Es con ella con quien ha estado en el último mes, no se le había visto por ese tiempo antes de su presentación en Cleveland.

—He estado atendiendo asuntos relacionados a mi hijo, asuntos muy personales, pero sí, ella ha estado a mi lado en este tiempo y es todo lo que le diré al respecto.

—Entiendo. Ya que está aquí no desaprovecharé la oportunidad de preguntarle si hará una gira por Londres y París con Charles Wright, lo han visto cenando con él en el Waldorf, sé personalmente que ha frecuentado Stratford para redactar junto a Hathaway los términos del contrato.

—Aún no hay nada decidido.

—¿Acaso los términos del contrato no le satisfacen? —preguntó McCullers.

—Debo resolver asuntos personales antes de dar una respuesta. Cuando eso ocurra le daré la primicia. Ahora si me disculpa debo ocuparme de mis pendientes de este día, fue un placer conversar con usted McCullers. Le agradezco su tiempo.

Sangre de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora