¹⁰. Elevador

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Decir que Joaquín estaba molesto era poco, porque a pesar de haber intentado por todos los medios convencer a su esposo de que lo acompañara, igual tendría que ir sólo a la fiesta de despedida de la familia de Kadir. Y todo con la tonta excusa de que le cae pesada la comida "árabe" cómo insistía en llamarla a pesar de que lo hubieran corregido infinidad de veces.

— No debes comer nada, sólo tienes que estar ahí para que sepan que les deseas un buen viaje, — le había insistido con la esperanza de convencerlo.

A lo que recibió cómo respuesta, — que quieras que vaya no es lo mismo a que yo tenga que ir.

Eso fué lo último que dijo el más alto para después abandonar el lugar con una sonrisa triunfante que era proporcional al ceño fruncido de Joaquín.

Era por eso que se encontraba aún muy enojado frente a la puerta de la casa de su amigo, pero cómo la agradable persona que era, no podía permitirse arruinar el humor de la familia que está por emprender un viaje a su país natal

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Era por eso que se encontraba aún muy enojado frente a la puerta de la casa de su amigo, pero cómo la agradable persona que era, no podía permitirse arruinar el humor de la familia que está por emprender un viaje a su país natal.

Por suerte todo el enojo se fué cuándo abrió la puerta y ahí se encontraba un pequeño niño de 6 años con el cabello oscuro y la piel pálida, hacía mucho contraste con sus ojos pardos. En cuánto el niño reconoció al hombre saltó a sus brazos con felicidad.

— ¡Murat, ven aquí! — dijo Joaquín levantando al niño con completa naturalidad, y es que luego de convivir casi 2 años con el niño le había agarrado mucho cariño, — ¿acaso no te han dicho nada sobre no abrir la puerta a extraños?

El niño rió llevándose las manitas a su rostro, — mis papás están ocupados.

Y el niño no mentía, cuándo entró a la cocina con el niño aún en brazos, se encontró con la pareja demasiado ocupada con la comida cómo para notar su presencia, el hombre cocinando y su esposa colocando todo en charolas y llevándolo al jardín trasero. Casi chocó con el castaño, lo cuál hizo reír al pequeño niño.

— ¡Joaquín!, ¿hace mucho que estás ahí? — preguntó esquivándolo.

El mencionado bajó al niño y tomó otra bandeja con comida para ayudar a la mujer. 

— De ser así, te hubiera ofrecido mi ayuda mucho antes, —respondió colocando lo que transportaba sobre una mesa que se veía bastante llena con comida. Ahora se preguntaba cuánto más estaría preparando el hombre.

— Eres un completo sol, — besó su mejilla a modo de saludo y ambos regresaron a la cocina.

— ¿Beyza, podrías alcanzarme el jengibre mólido? — ésta sacó lo pedido de un estante algo alto y se lo pasó.

— ¿Necesitas ayuda? — ofreció Joaquín al llegar a su lado, oliendo el delicioso estofado que estaba siendo preparado.

El hombre esparció un poco del polvo amarillento sobre la cacerola  y después la tapó. Éste se volteó para atraer al castaño en un abrazo a modo de saludo que fue bien recibido por el más pequeño.

— Ah, küçük adam, gracias pero por fin he terminado.

No pudo evitar pensar en las muchas bandejas con comida que estaban afuera, según le había dicho el hombre, ésto sería un evento pequeño, pero igual preguntó, — ¿esperas a muchas personas?

El moreno rió y tomó al castaño por los hombros, guíandolo a la sala dónde su hijo se encontraba coloreando en su cuaderno.

— Mi madre siempre me dijo que  debo ofrecer una comida abundante en exceso antes de un viaje para la buena suerte, — le explicó dejándose caer sobre el sillón con cansancio.

— ¿Es una tradición turca? — preguntó curioso al mismo tiempo que veía de reojo el dibujo del pequeño, era lo que parecía ser un gato naranja.

— Yo más bien diría que es tradición de su madre, — se incorporó en la habitación la mujer y le ofreció una galleta de avena a Joaquín que la aceptó gustoso al igual que el niño que abandonó su dibujo para pedirle una a su madre, permitiendo al ojimiel observar mejor el dibujo de un tigre.

Sonrió involuntariamente al imaginarse cómo sería su vida con un hijo, ó mejor aún, con muchos de ellos. Aunque Andrés lo negara, Joaquín sabía que ambos serían padres grandiosos, sólo esperaba que su esposo no tardara en pensar lo mismo.

El sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos y observó al niño correr a la puerta para contestar y por instinto salió disparado detrás de él, dejando en la sala al hombre que se veía exhausto y a la mujer que iba de regreso a la cocina. Cuándo llegó a la puerta ésta ya se encontraba abierta y el niño estaba saltando a los brazos de la persona que se encontraban afuera, lejos de su vista.

— Enserio debo regañar a tus padres por dejar que abras la puerta a desconocidos, — empezó acercándose a la entrada.

— Ya veo que siempre eres igual de aburrido — dijo el hombre que se encontraba afuera.

Joaquín maldijo bajito, — ¿qué haces aquí? — preguntó al rizado de ojos café que la vida parecía insistir en meter en su vida.

Observó cómo el niño se dejaba cargar a gusto por él y cómo el hombre se dejaba gustoso que el pequeño jugara con sus risos, por eso no le sorprendió tanto cuándo respondió con total naturalidad — soy amigo de la familia.

— ¡Emilio! — exclamó Beyza acercándose a la puerta para ver qué ocurría y despejando cualquier sospecha que pudiera tener de que el hombre le estuviera mintiendo.

Los 4 caminaron a la sala para ver al hombre aún tirado sobre el sillón, pero al ver al rizado se levantó con una sonrisa — uzun adam, llegas temprano.

Emilio bajó al niño, quién corrió de regreso a su dibujo que ahora tenía un sombrero, quizás sea un circo, pensó rápido Joaquín con ternura.

— Y qué bueno que lo hice — mencionó viendo a Joaquín.

— ¿Se conocen? — preguntó confundida la mujer.

— Algo así, — se apresuró a contestar Emilio — soy cómo el elevador de Joaquín, — los dos turcos lo miraron confundidos mientras que el castaño sonrió en anticipación esperando el chiste que seguramente seguía a esa linea. —Porque soy el amor de subida... por una noche.

Solamente Joaquín soltó una pequeña risa que hizo sonreír al rizado mientras que los otros dos adultos lo miraron serio.

— ¿Ya te separaste de Andrés? — preguntó la mujer haciendo que Emilio frunciera el ceño.

El ojimiel no dejó de sonreír cuándo contestó.

— Emilio sólo bromea, — negaba con la cabeza con una sonrisa brillante.

A Joaquín ya no parecía importarle tanto que Andrés no hubiera venido.



A Joaquín ya no parecía importarle tanto que Andrés no hubiera venido

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Seguimos........



Hasta el próximo capítulo AlbertXioW.

Infieles // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora