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No había ninguna nube sobre la ciudad de México y por primera vez en semanas podían disfrutar de un día soleado, los niños caminaban felices con sus padres en su camino a la escuela e incluso se escuchaban pajarillos cantar a la distancia. Prometía ser un gran día para todos.

Pero aún así Joaquín despertó nervioso de lo que pudiera pasar ese día, ó para ser más específico, de la reacción que pudiera tener su pronto ex esposo, quién era conocido por tener arranques de ira. Él nunca había sido el receptor de alguno de ellos, pero para todo había una primera vez.

En especial temía porque pudiera ir hasta su restaurante para armar un espectáculo y todos esos miedos aumentaron hace un par de días cuándo recibió una llamada de Niko.

Miró nervioso a su mejor amigo que se encontraba pintando al otro lado de la habitación, sentado en un taburete con pincel en mano, le regresó la mirada por un segundo y después se fijó en el celular que vibraba sobre la barra de la cocina.

— Contestas ó cuelgas, no es tan difícil, Joaco.

Rodó los ojos en dirección a su amigo antes de contestar con inquietud.

— ¿Bueno?

— ¡Tú esposo está loco! — gritó en cuánto escuchó la respuesta, luego murmuró una aclaración de que técnicamente ya no era su esposo antes de volver a levantar la voz —. Está destruyendo todo.

— ¿Enserio?

— ¡Enserio! Llegó tranquilo cómo siempre, saludó a todos... por cierto que regresé ayer a trabajar porque mamá se fué a Irlanda con los abuelos — hizo una especie de pausa para explicar lo segundo —. Pero regresando a Andrés; cinco minutos después de que entró a su oficina comenzó a pegar unos gritos horribles que se pueden escuchar desde la calle, y ni hablar del estruendo de las cosas que arroja contra el suelo.

Se escuchó un fuerte ruido del otro lado de la línea que causó una pausa en la conversación y que ambos hombres se alertaran.

— Tengo que dejarte — se despidió rápido —. Creo que ese fué su escritorio y si fuera tú pondría trabas en la puerta porque lo escuché gritar el nombre de Alan.

Luego de que la llamada terminó esperó todo el día a que pasara algo malo, desde aparecerse por su restaurante a montar una escena ó a buscar a su mejor amigo para golpearlo, pero algo debió decirle el rubio que lo calmó bastante porque ni ese día ni los siguientes supo nada del castaño, ni siquiera recibió un mensaje suyo.

Y por algún motivo eso sólo lo preocupó más.

— Sol, debemos irnos ya si quieres llegar a tiempo — habló el moreno desde la sala dónde ya esperaba a Joaquín arreglado.

— Ya estoy listo — respondió saliendo del baño con un traje azul y el cabello rizado perfectamente peinado y suelto sin perder su estilo alborotado.

Observó a su amigo tomar las llaves de su auto con una gran sonrisa traviesa y luego las agitó en el aire para que el otro las viera.

— Espero aún recordar cómo se conduce un auto.

— Por favor, asegúrate de que llegue con vida — bromeó de regreso el ojimiel antes de que ambos salieran del lugar.

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Infieles // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora