². Knock Knock

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Joaquín despertó con un pequeño dolor de cabeza, seguramente debido a la botella de vino que tomó completa la noche pasada luego de llegar a su casa vacía y sabiendo que su esposo no llegaría. Al menos le hubiera avisado antes de esperarlo por casi 2 horas en ese lugar.

Hizo lo único que sabía que podría animarlo, llamó a su mejor amigo para invitarlo a desayunar, ya tenía bastante tiempo que no se veían para platicar.

- ¿Joaquín, qué ocurre, cielo? - escuchó la otra voz a través del celular e inmediatamente sonrió.

- Alan, Andrés me dejó plantado anoche, ¿podrías venir a desayunar para que me consueles?

Hubo puro silencio del otro lado de la línea antes de escuchar la suave voz de su amigo que sólo hacía cuándo quería hacerlo sentir mejor, - claro que sí cariño, estoy algo ocupado ahora, ¿pero qué te parece si llego al medio día.

El castaño dió una respuesta afirmativa y colgó.

Eran apenas las 8:00 a.m., esperaba que la resaca le permitiera dormir más de lo normal, pero al no ser así comenzó a arreglarse.

Aún después de eso aún faltaban un par de horas para que su amigo fuera a verlo, por lo que creyó buena idea ir al supermercado para comprar la despensa, hacía tanto que comía sólo que en la alacena no quedaban cosas suficientes para hacer sus famosos - al menos entre sus amigos - desayunos de restaurante.

Él había estudiado gastronomía, y debía decir que era bastante bueno, por eso no era sorpresa para nadie -excepto tal vez para su familia que saben lo mucho que odiaba cocinar en su adolescencia - que con el tiempo abriera su propio restaurante y mucho menos que cuándo era anfitrión, ofreciera pura comida de calidad.

Claro que tras el tremendo éxito de su restaurante, terminó por contratar a un chef que cocinaba la mayor parte del tiempo.

Fué en su auto hasta el supermercado más grande de la ciudad, no el más cercano, pero Joaquín era demasiado quisquilloso a la hora de comprar sus comestibles

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Fué en su auto hasta el supermercado más grande de la ciudad, no el más cercano, pero Joaquín era demasiado quisquilloso a la hora de comprar sus comestibles.

Apenas llevaba la mitad de su despensa cuándo no pudo alcanzar su mermelada favorita que se encontraba en la repisa más alta. Hubo un tiempo en que Andrés lo acompañaba y era él quién lo ayudaba a bajar las cosas que necesitaba de los estantes que no alcanzaba, pero ahora venía por su cuenta.

Se estiró lo más que pudo para tomar un frasco, cuándo una mano más grande que la suya sin ningún esfuerzo tomó la mermelada que él quería. Se volteó para agradecer al desconocido, cuándo lo pudo reconocer.

- Hola, ángel.

Joaquín rodó los ojos ante el apodo, - esperaba no volver a verte en mi vida.

- Hieres mis sentimientos, - fingió Emilio llevando una mano dramáticamente a su frente - y yo que sólo quería ayudarte a alcanzar lo inalcanzable.

El más bajo rió ante la metáfora que usó para el tarro de mermelada antes de tomarlo, - gracias, lo aprecio en verdad.

Lo colocó en su carrito y se dió la vuelta para seguir con su camino.

- Sabes, - dijo Emilio alcanzándolo con un par de zancadas-, hay muchas repisas altas en éste lugar, tal vez te convendría que un apuesto y alto caballero te acompañe.

Lo miró de reojo y con una media sonrisa dijo, - qué pena que no hay ninguno.

- ¡Discúlpate, yo soy ambos!

- Sólo estoy de acuerdo con una de las dos cosas.

El de ojos cafés soltó un suspiro pesado, - tienes razón, en realidad no soy alto...

Joaquín no pudo evitar reír por el comentario del otro y en ese momento Emilio sintió algo oprimiendo su estómago, pero decidió ignorarlo con una sonrisa contagiada por las dulces carcajadas.

- Te permitiré acompañarme sólo porque eres gracioso... -lo miró con una sonrisa - y porque tal vez haya varias cosas de mi lista que no alcanzo.

Emilio cambió su canasta de compras al brazo que quedaba opuesto al ojimiel.

- Espera a escuchar mis chistes de toc toc, te prometo que son los mejores.

Y no lo fueron, en verdad que no lo fueron. Joaquín podría incluso decir que fueron los peores chistes que había escuchado en toda su vida.

Pero por algún motivo no podía evitar reírse de ellos y cada carcajada llenaba más y más de orgullo a Emilio. Usualmente nadie se reía de ellos, excepto las chicas que querían conquistarlo, pero sus risas siempre eran demasiado fingidas.

- ¿Quién es? - preguntó el más bajo mientras leía la etiqueta de una caja de pasta.

- Achu.

- ¿Achu?

- ¡Salúd!

Joaquín volteó a ver a Emilio con una expresión completamente seria, éste segundo sonrió ampliamente justo antes de que el primero comenzara a reír sonoramente.

- Eres la primera persona que se ríe de mis chistes, - no pudo evitar decirlo con una mirada de asombro y adoración.

Dejó de reír, pero aún tenía una gran sonrisa en su rostro.

- Tus chistes son malos, terribles, - la sonrisa de Emilio decayó un poco - pero por algún motivo me parten de risa.

El rizado agitó su cabello cómo si estuviera en un comercial, - debe ser mi encanto que por fin comienza a funcionar contigo.

- Lo que digas, Ricitos. Ahora por favor bájame esa caja de arriba.

Se acercó para tomar el producto que le estaba indicando el otro chico, - sus deseos son ordenes.

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Seguimos........



Hasta el próximo capítulo AlbertXioW.

Infieles // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora