²¹. Confianza

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A la mañana siguiente Joaquín volvió a despertar en una cama vacía, pero un leve sonido que provenía del piso inferior le indicó que aún no estaba sólo y si quería hablar con su esposo tendría que apurarse.

Sin perder nada de tiempo se levantó de la cama y bajó a la entrada de su casa corriendo descalzo con sólo una playera gris extra grande y sus bóxers, se abrazó a sí mismo una vez estuvo abajo para intentar mantener su propio calor corporal.

— Andrés, ¿ya te vas? — preguntó torpemente al pelinegro que estaba arreglado con un traje gris y llevaba un maletín café de piel en la mano, ya tenía la mano en la perilla de la puerta.

Sonrió apenado con su esposo, — lo siento, debo llegar temprano al trabajo y no quise despertarte.

— ¿Dónde estuviste anoche? — fué directo, no quería darle más vueltas al asunto, pero en cuánto la pregunta salió de sus labios el rostro de su esposo se llenó de confusión.

— ¿Qué?, estuve en el trabajo hasta tarde — le dió un pequeño beso en los labios y se dió la vuelta para abrir la puerta, no tenía tiempo para esas cosas —, compraré algo de desayunar de camino al trabajo, nos vemos en la noche.

El de ojos mieles no tuvo tiempo de responder ya que el hombre se fué demasiado veloz. Por eso y porque le había mentido, sabía que no había estado trabajando.

Mentiría si dijera que por su mente no pasaron ideas oscuras sobre Andrés y Alan, pero se trataba de los dos hombres más importantes en su vida, así que hasta que se aferraba a la esperanza de que no era para nada lo que estaba pensando, quizás después de mucho tiempo finalmente se llevaban bien.

Pero tampoco iba a quedarse sentado a esperar a que la verdad llegara hasta él. No, señor, él la buscaría por todos lados para que su mente pudiera relajarse de nuevo.

Se apresuró en arreglarse con la intención de ir a visitar a su mejor amigo antes de que tuviera que ir al restaurante, tendría un par de horas para aclarar cualquier cosa que estuviera pasando y con suerte hoy no lloraría cómo los últimos días.

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Normalmente llamaría al pelinegro cómo mínimo 1 hora antes para avisarle sobre su llegada, pero sabía que estaría en su estudio y no quería que le pusiera alguna excusa para posponer ésta plática. En su lugar decidió llegar sin avisar a la puerta del hombre, quién lo recibió en ropa interior, el cabello alborotado y los ojos a medio abrir.

— ¿Bebé? — se talló los ojos con cansancio —, ¿qué haces aquí tan temprano?

El castaño le sonrió y se abrió paso en el lugar con una bolsa de papel con una característica "m" a los lados, — decidí sorprenderte un día antes de tu exposición con algo de McDonald's.

El muchacho le sonrió con dulzura y depositó un beso en la frente del ojimiel, — eres el mejor — le susurró al mismo tiempo que tomaba la bolsa de las manos de su amigo.

Infieles // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora