³⁴. Novios - Final

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Dicen que dormir al lado de la persona que amas te ayuda a dormir más rápido, reduce la depresión y te hace vivir más años. Pero nadie dice que la mejor parte es despertar a su lado con su mano entre la tuya.

En otros tiempos hubiera podido enlistar al menos cien cosas que preferiría hacer antes que tomar la mano de alguien, pero justo ahora no cree que pueda haber nada mejor.

Excepto tal vez mirar a la persona de quien está enamorado dormir plácidamente a su lado, con la mitad de su cuerpo sobre el suyo. Podía decir con seguridad que había tenido más sexo que el que la persona promedio recibe en toda su vida, y aún así no recordaba a nadie que lo hubiera hecho sentir igual de completo. Así de feliz.

— ¿Así es cómo se siente hacer el amor? — preguntó en un susurró para no despertarlo.

Depositó un tierno beso en la punta de la nariz de Joaquín y este comenzó a removerse entre sueños. Se estiró cómo un felino y después abrió los ojos para encontrarse con unos ojos café.

— ¿Eso pasó en realidad? — preguntó somnoliento hundiendo su cabeza en el espacio entre su hombro y su cuello.

— ¿Tan rápido quieres olvidarte de lo nuestro? 

— Me refería a Meryl Streep pidiéndome que organizara su boda. Puedo sentir en mi trasero que lo otro fué real — le respondió con aire socarrón, luego se acomodó para poder dar besos al pecho del rizado —, muy real.

— ¿Estás tratando de seducirme? 

— Sólo si está funcionando — sin despegarse de su pecho lo miró hacía arriba, mostrándole a Emilio la escena más erótica que había presenciado hasta ahora.

— Por favor dime que hoy te vá a cubrir alguien al restaurante — se dejaba mimar gustoso.

— No, pero hoy abrimos tarde.

Fué bajando lentamente dejando un rastro de besos por todo su torso haciendo que el rizado tragara duro cuándo por fin pasó debajo del ombligo.

Justo cuándo estaba a punto de llegar a la parte tan ansiosa del rizado se escuchó el timbre sonar haciendo que ambos gruñeran molestos.

— Si lo ignoramos tal vez se vayan — dijo el dueño del lugar y ambos se quedaron en silencio esperando que quién sea que estuviera afuera creyera que el lugar estaba vacío.

— Creo que ya se fué  — susurró luego de unos segundos de silencio.

Estaban por reanudar lo que estaban haciendo cuándo se escuchó la cerradura de la entrada siendo abierta y por instinto Emilio se levantó cómo una bala para recoger su ropa del piso.

— ¡Es mi madre!

— ¡¿Estás seguro?! — cuestionó Joaquín levantándose igual de rápido para poder vestirse, pero no recibió respuesta, pues el menor ya había salido corriendo a la sala con sólo unos joggers puestos.

Maldijo por lo bajo y comenzó a vestirse tan rápido cómo pudo con sus jeans del día de ayer, pero se detuvo al ver su playera negra, no tenía nada de malo, pero la playera blanca de Emilio que reposaba en el piso se veía mucho más cómoda.

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Infieles // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora