Día 9 | Manos frías, corazón ardiente

1.1K 108 14
                                    

La manera en la que sus destinos se habían unido era uno de los temas de los cuales el azabache le fascinaba hablar, para tratarse de una persona reservada como él, aquello resultaba curioso.

Después de todo había sido un acto completamente impredecible y que casi les había costado la vida a ambos en su momento, pero el final feliz que habían tenido les resultaba reconfortante.

Después de todo, de una manera peculiar habían descubierto que eran el perfecto complemento del otro.

Todo había comenzado a finales de invierno, hacía al menos seis años, cuando eran mucho más jóvenes e ignorantes del futuro que les deparaba.

Conter era un joven de 19 años en su primer semestre de la universidad, lo cual había resultado mucho más catastrófico de lo que esperaba, considerando su nula organización y el hecho de que había decidido unirse al equipo de taekwondo.

Donde, a diferencia de su equipo en el instituto, no solo era el menos experimentado, sino también uno de los más conflictivos a la hora de combatir.

Lo cual, sumado a sus clases regulares, solo había conseguido que sus niveles de estrés llegasen a su límite, convirtiéndolo en una bomba de relojería antes de que algo malo sucediese.

Por lo que en busca de algo de paz mental había optado por hacer una sesión de senderismo a las afueras de la ciudad, donde los caminos rodeados de nieve solían alejar a cualquier persona debido a las bajas temperaturas.

Para el albino, que era una persona con una increíble tolerancia al frío, aquello no suponía ningún problema, preparo las cosas necesarias y después de enfundarse en un par de abrigos emprendió su camino.

El viaje en bus había tomado al menos dos horas, en las cuales se había dedicado a mirar por la ventana mientras escuchaba música por sus auriculares, enviando en el proceso un mensaje a sus amigos sobre su paradero.

Al llegar a la zona dedicada a las personas aficionadas a aquella expedición comenzó a andar, tal como esperaba el lugar se encontraba completamente vacío, lo cual le resulto reconfortante.

Disfruto de la soledad de la naturaleza, permitiendo que filtrase todas las cosas que lo aquejaban, encontrándose por al menos un par de horas en completa tranquilidad.

Cuando planeaba regresar noto rápidamente una zona que desembocaba en lo que parecía ser una zona en la cual no había reparado antes.

Decidió desviar su camino guiado por la curiosidad, después de caminar un par de minutos por un camino repleto de pinos encontró el final del sendero.

Se maravilló con la vista que se extendía ante él, un prado en el cual comenzaban a retoñar algunas plantas, demostrando la incipiente llegada de la primavera.

Y más allá encontró un inmenso lago congelado, se acercó con energía renovada, siendo impulsado por los recuerdos de su infancia, en los cuales jugaba sobre el hielo con sus hermanos.

Avisto un coche aparcado algo alejado, al cual no le dio demasiada importancia mientras se acercaba a la superficie helada que revelaba marcas de cuchillas debido al patinaje sobre este.

Avanzo con cautela mientras tomaba una foto del lugar para enviársela a sus amigos, se mantuvo un par de minutos allí mientras respiraba el frío aire que resentía a sus pulmones, pero al mismo tiempo le proporcionaba paz.

Noto tardíamente el sonido del hielo resquebrajándose bajo sus pies, a pesar de que su reacción había sido rápida en un intento de alejarse, la debilitada capa helada había cedido bajo sus pies.

Se había visto sumergido en el agua incluso antes de que un grito pudiese abandonar sus labios.

Spreen en aquel entonces tenía 21 años, esperando en su auto mientras fumaba en busca de calentar su cuerpo debido a las bajas temperaturas.

Writetober [Spreenter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora