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Luna

Ya está. Ya lo he dicho.

Creo que tomarme dos tequilas con las chicas antes de que él llegase no ha sido una muy buena opción. Sé que hace dos años podía beberme toda la barra libre si quería y estar como una rosa, pero llevo exactamente esos años sin beber y ahora mismo dos tequilas son como... como una bomba para mi cuerpo.

Sentí como su respiración se paró al escuchar eso. ¿Qué le sorprende? Si él anoche me dijo que... bueno, que era una especie de problema para él pero yo lo entendí como en el buen sentido. Porque si no, no hubiese reaccionado así hoy antes del entrenamiento ¿No? O tal vez sí. ¡Ay Dios! No lo quiero pensar.

—Luna, yo... —empezó a decir, pero rápidamente lo corté.

—No, no digas nada. No es necesario, Pablo. —dije de forma probablemente muy acelerada.

—¿Estás bien, Lu?

Ya no me molestaba que me llamase así porque por mucho que le diga que no lo hiciese, iba a ser algo imposible. Pareció darse cuenta de haber usado ese apodo nuevamente, como cuando me puse nerviosa hace unas horas al invitarlo a venir. Si es que solo se te ocurre invitar a tu ex a tu casa después de una pelea con "tu novio" que ya no está ni en el mismo país que tú, Luna.

¿Quieres una copa? —me levanté hacia el mini bar que había en el salón bajo la atenta mirada dudosa del sevillano.

Necesito despejarme y no le puedo decir que se vaya, así que... ¡A combatir esta batalla con un Martini! Doy gracias al momento en el que decidí poner las copas al lado de este pequeño rinconcito de alcohol.

Me bebí rápidamente un chupito y sentí como el ardor me bajaba por la garganta. Me falta la maldita aceituna. Agarré un ron que había y me giré hacia Pablo moviendo la botella. Al principio se quedó con los ojos muy abiertos y estuvo, seguro, a punto de repetir que si estaba bien, pero luego dejo salir una pequeña sonrisita afirmando que se bebería una pequeña copa sin ningún tipo de problema.

—¿Coca cola o naranja? —cuestioné desde la cocina, dejando en el lavadero los vasos anteriores a las copas.

—¡No he cambiado de preferencias! —naranja, entonces.

Sigue en su línea habitual. Pero solo en eso, porque cuando le he dicho en el entrenamiento lo que pensaba de su conducta no iba para nada en broma. Si me tengo que poner seria, por muy bien que me lleve con todo mi equipo, lo haré. No dudaré ni un segundo en echar, ni siquiera en echar a Pablo, si lo veo necesario para el equipo o para que se centre.

—Toma. —tendí su copa y él la agarró haciendo que nuestras manos se juntasen y quedásemos mirándonos como dos tontos.

Aclaré mi garganta y me volví a sentar en el sofá, en el mismo sitio que antes pero notaba a Pablo más cerca. ¿Se ha movido cuando estaba en la cocina? No, es el tequila y el Martini que te han dado vuelta la cabeza.

—¿Qué tal está tu madre? —cuestionó tras un pequeño pero incómodo silencio.

—Bastante bien. Ir a Francia la ha ayudado un montón. —aseguré calmando mis nervios.

—¿Y a ti?

Respiré profundo. Lo bueno, es que está desviando el tema de lo que he dicho antes de darme el arrebato de querer beberme todo el bar. Lo malo, es que no sé que responderle.

Sí, me ha venido genial irme a Francia. He conocido a gente nueva, he hecho muy buenos amigos, he sido feliz a ratos y otros he estado derrumbada por mi padre y por no poder ver ni a mi mejor amiga por la apretada agenda que tenía. He tenido el reconocimiento que deberían de tener más entrenadoras en el mundo del fútbol. He llorado por él, me he intentado olvidar de él con otro chico, he preguntado por él miles de veces a pesar de saber que estaba mal si me encontraba en una relación con otra persona a la que supuestamente quería como pareja y no como amigo. He visitado el lugar donde nos dimos nuestro primer beso más de una vez... He pensado más veces de las que debería en él.

Thinking about you; p.gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora