Capítulo 4.
Las Cartas Sobre la Mesa.Creí que el intenso juego de strip póker con mi familia iba a afectar más nuestra rutina diaria; pero todo se mantuvo más o menos igual que siempre. Pasé algo de vergüenza en las primeras cenas junto a mi familia, porque me costaba mirarlos a los ojos después de haberles visto las partes íntimas. Pero lo que más me avergonzaba era sorprender a cualquiera de ellos mirándome la cola. Tal vez lo hacían por mero acto reflejo, pero yo estaba algo paranoica y cada vez que esto ocurrió pensé que ellos estaban recordando el momento en el que Mayra me penetró el culo con el desodorante. Eso es algo con lo que tendré que aprender a vivir, nadie de mi familia se olvidará jamás ese momento, y por supuesto yo tampoco.
Los días pasaron y todos fuimos volviendo a nuestras rutinas. El único elemento nuevo era que Mayra y yo habíamos comenzado a frecuentar el gimnasio. Solíamos ir juntas al horario de la siesta, porque era el menos concurrido. Esto le venía perfecto a Darío, nuestro instructor, que no perdía oportunidad para mirarle el culo a Mayra, o para manosearme un poco. Admito que yo no opuse mucha resistencia a estos manoseos, y sé que mi hermanita se puso incómoda en más de una ocasión al ver como Darío pasaba su mano por toda mi cola, casi sin disimulo. Incluso hubo veces que aprovechó para acariciar la zona de mi concha. Como yo vestía calzas muy elastizadas, podía sentir sus dedos prácticamente como si no tuviera nada puesto.
Cuando llegó el fin de semana todos aprovechamos para quitarnos de encima los asuntos que habían quedado pendientes por culpa de la lluvia del sábado pasado. Mi tío fue a verse con su "amiga", mis padres salieron a cenar juntos, mi hermano... bueno, no sé qué hizo Erik, y tampoco me importa. Lo único que sé es que no se quedó en casa. Mayra y yo aprovechamos para salir a bailar, hizo una noche estupenda; no hubo ni una sola nube amenazando en el cielo. La pasamos de maravilla, bailamos con algunas de mis amigas y cuando se me acercaron tipos, los rechacé cortésmente, porque no quería dejar sola a Mayra. También tuve que rechazar a varios en nombre de ella. Pobrecita, cada vez que venía alguien a encararla, se escondía detrás de mí como si fuera un cachorrito asustado. Para colmo estaba preciosa, con los labios pintados de un intenso rojo, tacos altos, una blusa bastante suelta y una minifalda bien pegada a la cola. Tuve que hablarle durante una hora para convencerla de que usara eso, pero al final accedió.
Llegamos tarde a casa, con las claras evidencias de haber bebido de más. Pero las dos sabíamos exactamente qué iba a ocurrir en cuanto estuviéramos dentro de nuestro cuarto. Nos desnudamos en cuestión de segundos y cada una se tiró en su cama, con las piernas bien abiertas. Nos hicimos una buena paja, para darle un digno cierre a la noche. Al otro día nos levantamos con una resaca tremenda; pero con la alegría de haber pasado una linda noche juntas.
Pero al fin de semana siguiente mi mamá hizo esa propuesta que todos estábamos esperando, pero que nadie se animaba a decir. Dejó caer la idea como una mera posibilidad, algo que podíamos tener en cuenta, en caso de que no tuviéramos planes para ese sábado.
—¿Qué les parece si hacemos otra noche de póker?
Mi tío Alberto dijo que la chances de salir otra vez con su "amiga" no eran muy esperanzadoras, las cosas no habían marchado muy bien entre ellos; al parecer no hubo nada de química. Comprendí que mi tío quería decir que él solo buscaba una relación pasajera, para tener sexo sin compromiso, y aparentemente su amiga pretendía otra cosa.
Mis padres no tenían planes, estaban completamente libres. Erik... bueno, no importa qué mierda haga Erik. La cuestión es que dijo que, a falta de algo mejor, prefería quedarse jugando al póker.
Mayra no es de salir mucho, y con la noche que pasamos el sábado anterior ya tenía más que suficiente para todo el resto del mes. Todos me miraron a mí, yo era la única que aún no había confirmado su asistencia. Mis planes para el sábado eran sencillos: iría a casa de una amiga a mirar películas. No es algo que me entusiasme demasiado, nunca tuve mucho interés por el cine. Por eso no me dolió en lo más mínimo cancelar esos planes. Tenía muchas ganas de repetir la experiencia pasada, más que nada por curiosidad, supongo.