Capítulo 17.Baile y Descontrol.
Fue una suerte que la primera persona que nos cruzamos por el camino haya sido Victoria. Ella justo salió de su dormitorio, envuelta en una bata, cuando nosotras cruzábamos por el pasillo. Al parecer había ignorado por completo a mi tía ya que actuaba como si hubiera salido de un cuarto vacío.
—¿Qué hacen? —nos preguntó.
—Vamos a seguir jugando —dijo Mayra tirándome del brazo—. Ahora sí, que se pudra todo. —La puerta del cuarto de mis padres estaba entreabierta, allí pudimos ver a Analía sentada en la cama, aún desnuda, mirando televisión con el ceño demasiado fruncido—. ¡Y vos, tía, te podés ir a la puta que te parió! —La mujer se sorprendió tanto al verse insultada por su tímida sobrina que cambió radicalmente la expresión de su rostro. La chiquilla sumó al insulto un gesto obsceno utilizando su dedo mayor.
Me encantaba ver a Mayra actuando de esta forma, nunca la había visto así, parecía poseída. Me causaba gracia y a la vez me excitaba ya que pensaba que la chica podía ser capaz de cualquier cosa... y yo la seguiría sin dudarlo; y viceversa. Viki cerró la puerta del cuarto con una amplia sonrisa en el rostro.
—Si ustedes juegan, yo juego —nos dijo en voz baja.
—Sí mamá, por favor. Sin vos no podríamos seguir —le dije para que tomara más confianza.
Ella se nos unió y en cuanto regresamos al comedor lo vimos completamente vacío.
—Los chicos deben estar en el patio, tomando algo. Yo los busco —dijo mi mamá.
—Vos no perdés oportunidad para verle la verga a un pendejo. —En cuanto dije esto ella se detuvo en seco y me miró boquiabierta—. ¿Qué? Seamos sinceras. Te calienta verlas.
—Yo también lo noté —aseguró Mayra—. Es obvio que hasta la de Erik te gusta.
—Y a vos te gusta la de... —comenzó diciéndole mi mamá.
—La concha de Nadia, ya lo sabe. Se lo dije recién. Qué mala que sos mamá, se lo ibas a decir.
—Si se meten conmigo yo me meto con ustedes.
—La primera que te dijo algo fue ella —mi hermana me señaló con el pulgar.
—Bueno, es que no hace falta que digamos cuál le gusta a ella... lástima que sea mi marido, vas a tener que pedirme permiso antes de usarla —toda esta charla desinhibida y directa me estaba poniendo a mil.
—¿Estás segura? —La desafié—. Yo puedo conseguir la de papá antes que vos la de Erik; sin pedirte permiso.
—Soy tu madre y si te digo que no, es no —sabía que estaba jugando conmigo—; y no me desafíes porque llevás las de perder.
—A ver si dejan de discutir... si se creen tan putas, demuestrenlo —impuso Mayra—. Yo les hago de juez... pero después quiero mi recompensa.
—¿Y cuál sería esa? —preguntó Viki.
—Lo digo después.
—¿Y la que gane tiene premio?
—Por supuesto —aseguró mi hermanita—, va a poder ponerle un nuevo desafío a la que pierda. Uno bien jodido.
—Me gusta este juego —dijo mi mamá—, es agresivo y competitivo, como yo. Por eso vos llevás todas las de perder, Nadia. Te falta espíritu competitivo.
—No te olvides de que soy tu hija y llevo tus genes en la sangre —hacía mucho tiempo que no me sentía tan viva—. ¿Cómo lo hacemos?
—Esperen las dos acá, yo voy a buscar a todos —dijo Mayra, imponiendo su autoridad—. El juego comienza cuando yo digo, a la que haga trampa le muerdo un pezón. —Tanto mi madre como yo nos tocamos una teta instintivamente e hicimos una mueca de dolor—. Nadia, buscate una bata, así empiezan las dos en igualdad de condiciones.