Tomé aire y entré desnuda, a la jaula del león... mejor dicho, de la leona. El cuarto de mis padres parecía estar aún más ordenado de lo que podía recordar, sentada en la cama, tan desnuda como yo, se encontraba mi tía Analía, con la mirada fija en el televisor. Al escucharme entrar giró su cabeza sorprendida; pero en un parpadeo pasó a tener la vieja expresión de rabia que tanto la caracterizaba. Cerré la puerta detrás de mí y escuché su ladrido:
—¿Qué querés? —me preguntó groseramente.
—Me cansé de tu actitud, tía. Tenemos que hablar.
—No voy a hablar con vos, andate.
—Este es el cuarto de mis padres y ellos me autorizan a estar acá, no como otra que yo conozco, que se mete sin pedir permiso.
—¿Y bajo qué condiciones te permiten entrar? ¿Sin ropa, por ejemplo? ¿Te obligan a hacer con ellos cosas inapropiadas... en esta misma cama?
—No me obligan a nada. Lo haría encantada, si me lo pidieran. Pero no ha sido el caso —sólo había tenido un encuentro sexual con mi madre en esa cama, pero preferí no tocar ese tema, por el momento.
—Sos una desvergonzada, Nadia. Te creía más inteligente.
—Y tal vez lo soy, pero vos no te das cuenta. De todas formas no soy yo la inteligente de la familia, ni tampoco lo sos vos.
—Pero soy la más sensata —apoyé mi espalda contra la puerta por si ella intentaba marcharse, debería pasar sobre mí—, yo no hago esas locuras.
—Pero has hecho "otras" locuras. Eso de estar cogiendo con cuánto grupo de amigo se te cruce, ni siquiera lo hago yo... y mirá que admito que soy bastante puta. Al principio duele un poco admitirlo, pero cuando podés hacerlo aprendés a vivir con mayor tranquilidad. Me gusta el sexo ¿y qué? Y estoy segura de que alguna vez en tu vida habrás hecho la misma afirmación. Algo te dijiste a vos misma para no sentirte culpable y sucia cada vez que terminabas bañada por el semen de tus amigos. Eso no es algo que haga cualquier mujer. —Por la mueca en su cara me di cuenta de que estaba tocando una de sus fibras sensibles—. Algo también me dice que esos "encuentros grupales" no terminaron con tu adolescencia. ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con más de dos hombres al mismo tiempo? O con más de cuatro... Sé que no me vas a contestar por orgullo...
—Hace un año y medio fui de viaje a Venezuela —me interrumpió—. Conocí a un grupo de amigos, que eran de "alta cuna". Estaban podridos en guita. Ellos me invitaron a pasar unos días en el Archipiélago Los Roques. Es un lugar precioso, especialmente si te gusta bucear y mirar corales. Aunque no es barato. De no ser por ellos, yo no me lo hubiera podido permitir. Si conseguí visitar ese lugar fue gracias al pequeño bikini que estaba usando. Era algo indiscreto... demasiado. O sea, eran apenas unas tiritas que cubrían mi concha y mis pezones. Todo el resto de mi anatomía estaba perfectamente a la vista... y como tengo la piel morena...
—Habrás estado preciosa.
—Sí, y muy porno. Pero como estaba lejos de casa, no me importó.
—¿Y qué pasó en el Archipiélago? —Me senté en la cama. Su historia había captado mi atención.
—Ahí me hicieron probar un afrodisíaco al que le llaman "levantamuertos".
—Ay... ¿son drogas?
Mi tía soltó una carcajada.
—No, nena... no es más que una mezcla de mariscos. Pero, supuestamente, son muy buenos para incentivar la actividad sexual en la gente. Ahí me quedó claro que me querían garchar. A ver, que ya lo suponía desde antes; pero yo creía que el que me quería coger era uno solo, el líder del grupito. Sin embargo, mientras comíamos mariscos, empecé a recibir halagos de parte de todos. No sé si el afrodisíaco funcionará o no; pero yo me empecé a calentar cada vez más. Además los pibes, que tenían apenas unos años más que Ariel, estaban todos muy buenos, con cuerpos atléticos y fibrosos. —Tragué saliva—. Fueron muy corteses conmigo, en ningún momento me faltaron el respeto... no sabés lo lindo que se siente ser penetrada por un hombre joven y vigoroso mientras mirás el atardecer en el mar.